Seguramente te has preguntado ¿qué da lugar a la ruptura o
una relación de apego?
Digamos que se trata de una poción maléfica, que se toma al enamorarnos.
En vez de besar a la rana para que se convierta en príncipe, hay
un pensamiento malvado que corrompe
la magia del principio. Y lo peor es que va siempre contigo.
Te piensa a todas horas como si una sombra parlante te hablara en tu cabeza.
Para darte una pista ten en cuenta que ese pensamiento
confabula en tu elección de manera que siempre tienes al lado aquello que más
evitas. Y esto sucede porque hay temor.
Ese pensamiento toma la forma de una buena amiga, o de un
compañero de trabajo, y por supuesto la pareja afectiva lo trae incorporado.
Acertamos a elegir a alguien que es fiel exponente de
aquello que evitamos y que tarde o temprano responderá por arte de magia a ese
pensamiento maléfico dándole cuerpo. Se convierte en el malvado de la
película.
Supongo que ya ha surgido esta pregunta: ¿qué sentido tiene tener al lado aquello que se evita?
En principio carece de toda
lógica pero os aseguro que la tiene. Basta con acordarnos de nuestros
conflictos afectivos.
Para animarnos a seguir leyendo os anticipo que lo que evitas
es un tesoro. Sin embargo, mientras permanezca oculto el maleficio tiene pleno poder sobre nosotros.
Hacerle visible nos parece un salto al vacío porque nos resulta una
incógnita. De ahí que persuadirnos al autoconocimiento tenga sus
resistencias.
Se trata de ir más allá de lo que se teme y apostar
plenamente por la totalidad de lo que somos. Sin que medie un esfuerzo, ni tampoco
impostando aquello que queremos.
Sería como un río que se deja ir totalmente en su propia
corriente sin pretender ser otra cosa. Algo que al imaginarlo me entusiasma a seguir adelante una y otra vez.
De manera que saber encontrarnos con lo que evitamos y desde
dónde es el camino a seguir para que una relación
funcione.
¿Cómo hacerlo si hemos puesto a nuestro lado lo que evitamos como garantía para no
conocernos?
Esta es la función de nuestro pensamiento
maléfico.
Si en vez de crecer y potenciar lo que somos, poco
a poco experimentamos la comodidad del inmovilismo, aunque la situación nos haga
sufrir o nos sumerja en el plácido letargo del apego, hemos conseguido
personalizar el maleficio.
Lo que evitamos ha tomado cuerpo.
Ayuda reconocer que hay un mundo creado con la pareja que pareciera
alejarnos de lo que se teme. Nuestra comodidad consiste en permanecer
aguantando para no vernos. Entretenidos muchas veces en el sufrimiento
pero aparentemente a salvo de
cualquier revisión que nos revele que se trata del maleficio.
Tomar la decisión de romper el encantamiento es el paso definitivo y
pasa por dejar de jugar al escondite. Dejar de escuchar lo que nos dice
esa sombra parlante todo el día es clave.
Abrir los ojos y escuchar siempre es lo primero.
Fuente: http://www.gracielalarge.com
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