Se abre la sesión. Cabezas y Corazones ¡Hagan Juego!

La elección de pareja parece ser fruto de un reparto de cartas con tan solo dos palos: corazones y cabezas. A partir de ahí, unos buscan a los otros y comienza el juego de armonizar diferencias. Al principio, cada palo alucina con el otro y celebra excitado su llegada. Más tarde llegan los juicios y rechazos al compatibilizar el enfoque de un ver, sentir y hacer lo que nada tiene que ver con la propia gafa. Por último, si el juego ha sido bien trazado, cada uno pasa un tiempo ensayando el papel del otro y, finalmente, misión cumplida, la completitud funciona.

¿En cuál de los dos tienes más acentos con tu actual pareja? En esta ocasión y aunque todos las personas tenemos toques de uno y otra, no vale repartir porcentajes, sino captar el acento global de la partida que más o menos toca.

Veamos, los corazones parecen más vulnerables y juegan a sensibilidad, afecto y entrega. Las cabezas parecen más duras, y operan desde la eficacia, el orden y la independencia. En realidad son las cabezas las vulnerables, y por ello se blindan como defensa a su sensibilidad aguda. El caso es que los corazones aunque parece que necesitan al otro y se apoyan, tienen más recursos de lo que parece, en realidad fluyen sin planificar y tratan de evitar el caos, armando el rompecabezas.

Los corazones desean complacer, se rayan ante la violencia y toman medidas de introversión cuando el peligro acecha. Las cabezas por el contrario saben que a poco que se entreguen y concedan, perderán el efímero mando que manejan, un aspecto por el que poniendo inteligencia avanzan activas como sea. Los corazones sienten, las cabezas piensan. Y ambos buscan atención plena.

A veces los corazones que tanto sienten, parecen tímidos. Y las cabezas que tanto calculan se manifiestan “lanzadas”. Unos echan de menos el abrazo vinculante que los protege, y las otras el poder que les confiere el salir de la ignorancia. Los unos desean querer y ser queridos, las otras no reconocen tal necesidad, por lo que se ocupan de abrir abanicos de opciones, no vayan a ser abandonadas.

Para unos será el abrazo afectivo lo que les “pone”, y para otras el poder de ejercer sus talentos en la plaza, energías ambas que reflejan el baile de opuestos que nos regala este planeta dual en el que no tenemos otra que reconocer, aceptar e integrar diferencias.

Lo más curioso de todo esto es que los corazones tienen la cabeza muy dentro, y lo mismo pero al revés, les sucede a las cabezas. Entonces ¿de qué va el juego? Pues tal vez de descubrir que eso que está fuera, es una parte de uno que al exterior se proyecta. Recordemos el arcano mayor de La Templanza: la cabeza en el corazón, y el corazón en la cabeza.
En la medida que reconozcamos que en realidad somos ese opuesto manifestado en quien de cerca nos acompaña, llegaremos a la conclusión que es mejor tener los defectos que vemos en el otro bien a raya, es decir, bien mirados ahí cerca pero en la distancia justa con nuestra pareja. Comprenderemos que precisamente tales defectos que nos parecen insoportables, resulta que al descubrirlos como propios, son justo el gran servicio de maduración que ejerce nuestra querida y odiada pareja.

Al parecer el juego está en descubrirse poco a poco en el otro, justo en lo que uno cree no ser, sin duda todo un camino que tiene que ver con el reconocimiento, y la aceptación e integración de la propia sombra.

Lo normal ante lo que nos irrita es echar los balones fuera, y pensar que no hay quien aguante a la persona que acompaña nuestra existencia, sin embargo cuando tenemos en cuenta que todo lo insoportable que vemos en ella, está en el interior de nuestra persona, las cosas cambian, y entonces preferimos tener todo ese mal rollo, delante, fuera y a raya.

El juego de las polaridades está servido. ¿Objetivo? Aflorar dentro lo que uno en la vida acompaña fuera. ¿Cómo? Con un kilo de compasión, paciencia y autoconsciencia. Aún así habrá que pinchar la arrogancia y el particular catálogo de exigencias. Convoquemos a la humildad y reconozcamos que cuando cese la galerna, volveremos a apreciar lo que un día nos unió en la aventura de la conciencia.

Ataques de ego los tenemos todos, pero también recursos para abrir el paraguas y esperar que pase la tormenta. A veces, conviene retirarse, y otras lograr estar presente, sosteniendo, lo más callados posible, mientras el otro saca sus demonios y pone en orden su casa.

Los corazones son cooperativos y colectivistas, las cabezas se expresan individualistas y competitivas. Los unos velan por la salud del grupo, los otros superan marcas y ambos al final benefician a la comunidad entera. En realidad el corazón parece más femenino al tiempo que los valores masculinos parecen venir de la cabeza. A veces los hijos se cruzan y si el padre es corazón, la hija sale amorosa y cooperativa, al tiempo que el hijo pilla el programa de la madre, tan masculina y cabecita como ella.

El corazón se muestra caótico pero perseverante, la cabeza parece tener ideas claras, pero con más facilidad abandona. Uno es algo lento y de largo recorrido, la otra es rápida pero en distancias cortas. Mientras que el corazón tiene motivos para ser y moverse, la cabeza busca estímulos que la enciendan. A veces los unos aman porque sí, porque se sienten protegidos por quien maneja agenda, al tiempo que las cabezas aman tan solo porque admiran, y precisan de cualidades ahí fuera que “devuelvan” y justifiquen su presencia.

Los corazones unen y relacionan, las mentes clasifican y analizan. Y el trabajo de ambos es integrar en una síntesis perfecta, lo que cada cual ve en el otro y antes no expresaba. La vida es extraña, nos regala la mitad implícita y la otra mitad expresa. Gran trabajo ese de la pareja, ya sea de amigos, de amantes o de familiares de la manada.
Los corazones se adaptan, las mentes exigen y condicionan. Los corazones tienden a disolver y soltar, las mentes por el contrario coagulan y centran. Los unos cantan y crean, las otras organizan y controlan. Y así como la cabeza conduce el carro, el corazón inspira la jugada. Mientras que la una piensa, discierne y cavila, el otro intuye, fluye y abraza. Y ambos se dirigen a la conciencia despierta.

Dos realidades aparentemente separadas que no existirían la una sin la otra. Y sucede que conforme el contacto con el otro avanza, nos reconocemos corazón y cabeza. Gran boda alquímica la que nuestros opuestos internos celebran.
Herman Hesse, aquel visionario que escribió Shidarta, decía que el mundo estaba conformado por dos tipos de personas: los racionales y los piadosos. Pues bien, el gran juego está servido, es tiempo de reconocer dentro, tiempo de abrazar e integrar, tanto lo que nos gusta como lo que no nos gusta, de la persona o comunidad que más cerca nos opone y acompaña.

Los seres evolucionan veloces. Y en el gran juego se ve cada día un mayor número de personalidades integradas. Se trata de entidades que bailan con los opuestos internos y se relacionan desde la afinidad y las resonancias. Bienvenidas pues las naranjas enteras.


Escuela española de Desarrollo transpersonal .

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