"Como yo quiera": Qué hago cuando mi pareja no responde a mis expectativas....



Observo que si cada vez que mi pareja no responde a mis expectativas me alejo de ella y justifico mi rabia, ¿acaso no hago otra cosa que alimentar mis limitaciones y carencias?


Cuando éramos niños y no podíamos conseguir lo que nos gustaba, nuestra defensa consistía en huir y llorar nuestra rabieta. El tratar de ponerse en el lugar del otro y calibrar diferencias era misión imposible, el natural egocentrismo nos ocupaba. Nuestra mente ha crecido, y con ella el don de la consciencia o darse cuenta. Es por ello que los obstáculos que llegan si bien en tiempos pretéritos nos frustraban y descolocaban, ahora son desafíos superables en múltiples lecciones de vida. Por de pronto, recordemos que de entre todos los seres de la humanidad, a quien algún día atrás elegimos como pareja, es esa persona irrepetible y única que hoy nos acompaña. Y si de alguna forma las cosas son así, convendrá reconocer que algún aspecto de dicha unión trasciende la mente lógica.


¿Afinidades? ¿Proyectos en común? ¿Necesidades y carencias puntuales? ¿Sombras comunes? ¿Resonancias sistémicas?… En realidad todas ellas más o menos visibles o encubiertas, finalmente tendrán cierto sabor a no casuales y destinadas.

Si deseamos una relación cooperativa y sana convendrá evitar eso de “cambiar al otro” y tratar de hacerlo a nuestra manera. En realidad además de ser misión imposible, el hecho de tratar de condicionar al otro hacia los propios intereses, más se parece a una relación parental que a una unión de adultos iguales que se desarrollan con sus diferencias. Una cosa es aportar y sostener nuestros puntos de vista y otra muy distinta, manipular para que se nos complazca.

En realidad más pronto que tarde comprendemos que desde una base de afinidad, las opiniones y perspectivas diferentes entre nuestra pareja y nosotros, lejos de separar y ser síntomas de desamor, lo que pueden hacer es ampliar nuestra mirada.

¿Por qué las tradiciones han creado un noviazgo antes del famoso “sí quiero” para toda la vida? De alguna forma durante este periodo, se afinan sintonías con quien viviremos en un futuro día a día. Tengamos en cuenta que a la hora de constituir pareja, lo queramos o no, valoramos la compatibilidad, al tiempo que no sin magia y causalidad, anhelamos encontrar fundamentos afines, así como niveles de consciencia equilibrados y valores en resonancia.

Los aspectos y características psicológicas opuestas que nuestras parejas expresan y que en principio tienden a ser tan atractivas como odiosas, están orientadas a la ampliación de nuestra perspectiva. Si no se tienen en cuenta las leyes de la sintonía cardíaca, la calidad de nuestra convivencia nos lo hará pronto saber con tensiones y guerrillas. Y si por calmar la sed de una carencia, seguimos adelante con quien tan sólo alivia la herida, pero poco o nada mueve nuestra alma, sabremos muy dentro que una vez colmada nuestra carencia, su muerte del eros estará anunciada.

Todos buscamos el tesoro del amor, y para ello permanecemos atentos a que llegue un día, y a la vida se le ocurra llamar a la puerta. Es entonces cuando emprendemos el recorrido iniciático y nos lanzamos al abismo de la gran aventura. Intuimos que habrá días de Sol junto a muchos otros que serán de tormenta. Y aunque la mente bulla en un mar de dudas, en el fondo nos da igual, el corazón tiene certeza. Son momentos en los que sabemos que lo que nos impele a realizar el gran cambio y saltar, no es otra cosa que la necesidad imperiosa por la que salir de lo conocido o morir de mediocridad. No hay otra que avanzar y descubrir, o bien asumir una agonía lenta y tediosa.

Nuestra vida anterior ya no es posible y queremos vivir como esos pocos locos que también sienten y sin nada que perder, arriesgan. Sabemos que hay que elegir entre avanzar o protegerse, y también sabemos que el quedarse y optar por lo seguro es entregar al miedo la victoria. Si por el contrario vence la locura que nos hace vulnerables ante el amor, entonces no es otra cosas que coraje y coherencia. Y si esta aventura dura tres días o treinta años, pues lo que hay, ningún arrepentimiento y sin embargo un paso más en el puente al alma.

Por José María Doria


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