La combinación de letras
que conforma la palabra «etimología» es resultado de la transcripción literal a
nuestro idioma (transliteración) de los caracteres griegos originales, tras su
acomodación, igualmente directa, al latín. Esa palabra combinaba en griego los
vocablos “étimon” (verdadero) y “logos”
(palabra o lenguaje). A su vez, étimon
derivaba del griego “eimí”
(primera persona del presente del verbo ser-estar) y éste de la raíz
indoeuropea “*es” que
significaba “ser” (en sánscrito, “ásmi”=
yo soy). Por tanto, la palabra etimología puede definirse etimológicamente
como la verdad de las palabras en tanto éstas muestren el ente o concepto al
que se refieren. Con el rastreo etimológico se pretende alcanzar, por decirlo
así, el origen o
comienzo inocente
del significado que expresaron las palabras en los grupos humanos, antes de
haber sido nocivamente bastardeado, en su caso, por tópicos usos abusivos o
encubridores polvos ideológicos, tan frecuentes en el lenguaje político
demagógico.
La libertad no puede ser comprendida sin los conceptos de persona
como ser único que está siendo; de palabra como expresión de ese ser; de acción
como comienzo «inocente»
de lo nuevo y de verdad personal como razón de ser de la libertad, mostrados
todos ellos a la luz acogedora de lo común, la luz del inter-esse interpersonal;
la luz que convierte las privadas nociones en compartidas cogniciones. En todos
esos aspectos la libertad es concomitante con la etimología y podríamos decir
que la persona libre es un ser
etimológico, si bien el camino hacia atrás de la etimología en
dirección a la fuente de verdad lo recorre hacia delante la libertad, sin que
por eso se aleje de ella, pues la lleva consigo. En nuestro mundo, la verdad es
un concepto exclusivamente humano, sólo una persona es capaz de revelar su
propio ser (por reflexiva expresión) y de atestiguar su no-ser (por impresión
expresada). La verdad sólo avanza si lo hace libremente y la libertad sólo se
despliega si lo hace verdaderamente, ambos movimientos requieren común participación
y compartida consideración.
El curso etimológico de la libertad, siempre sobre suelo
interpersonal, ha seguido tres discursos diferentes en los principales troncos
lingüísticos derivados del proto-indoeuropeo hasta llegar a las lenguas
actuales.
En las lenguas de troncos itálico y helénico, se considera que
procede de la raíz indoeuropea “*leudh”
(crecer en el sentido de desarrollo corporal y vital), que habría desembocado
en el eleutheros griego
y el liber
latino (ambos= libre; en Roma los liberi
eran los niños con derechos ciudadanos). Por su parte, de esa misma
raíz se derivarían los verbos “luidan”
en Gótico y “leodan”
en Inglés Antiguo, ambos con el significado de crecer. Y también derivan el
eslavo ljudu,
el polaco luzdie,
el eslovaco l’udia, el
esloveno ljudje,
el lituano liaudis y
el alemán leute,
con el significado de gente o pueblo. Todas estas derivaciones de aquella raíz
apuntan claramente a un concepto de libertad asociado a la pertenencia a una
comunidad étnica-cultural autárquica (autosuficiente); un tipo de libertad
recluida y temerosa que invoca independencia y superioridad frente a otras
comunidades o pueblos potencialmente hostiles, ante los cuales pudiera perderse
esa libertad por medio de la guerra (que trae saqueo y esclavitud; esclavitud
que justificaba Aristóteles como propia del bárbaro “naturalmente esclavo”). Es de señalar
que este vínculo ancestral de los “bien nacidos” en el seno de un grupo
genético-cultural se mantiene en el actual vocablo de nación (cuya
absurda libertad invocaba el franquismo -“una, grande y libre”-, cuya falaz
independencia persiguen los reaccionarios nacionalismos y cuya interesada
adulación cultiva el poder estatal hasta el paroxismo -interés de España,
interés de Francia, etc.; Rubalcaba: “Sé lo que tiene que hacer España”; Aznar:
“España quiere ser
la mejor democracia del mundo”-). Tras los indeterminados conceptos de la
proclama nacional «Liberté,
Egalité, Fraternité», resonaba y resuena, por buenas que fueran o
sean las intenciones, esa ancestral libertad de los “nacidos libres e iguales”
en comunidades gentilicias cofrades, como las arcaicas fratrías griegas
(cuando lo cierto es que nadie nace libre ni es igual a nadie distinto de sí
mismo). Hoy, al arcaico héroe genitor, fundador e inmortal protector de esa
estirpe de protegidos privilegiados se le llama Estado (¿de Bienestar?,
pregúntese a euro-€-comunitarios galos, germanos, hispanos, atenienses y
romanos, tan amantes del escudo estatal, su burocracia infernal y su imperio
legal, ahogando entre todos las tasas de natalidad).
Por su parte, en lenguas de los troncos germánico y céltico
encontramos que vocablos referidos a la libertad se derivan de la raíz
indoeuropea “*pri”
(amar) y “*priyos”
(amado y «uno mismo»).
Esta raíz es más prolífica que la equivalente greco-latina y sorprenden los
conceptos que entrelaza. De esta raíz se derivan el sánscrito priyas y el
avéstico fryo
(ambos “querido”), así como el eslavo prijatel
(amigo). Encontramos, ya en galés, rhyyd
(libre) y, en gótico, frijon
(amar), freis (libre)
y freihals (libertad);
en inglés antiguo freo
(libre) y feols
(libertad); en alemán antiguo friunt
(amigo); en alemán freund
(amigo), frei
(libre) y freiheit
(libertad); en holandés vriend
(amigo) y vrijheid
(libertad); en inglés
friend (amigo), freedom
(libertad) y afraid
(temeroso -del germánico ex-fridu=
sin paz-). También derivan de aquella raíz la palabra alemana freude (alegría),
así como el alemán frieden
y el holandés vrede,
ambos con el significado de paz. El nombre propio Frida significa paz. Por su
parte, en español se recibió la palabra franco
(desembarazado, libre y claro de expresión), franqueza
(libertad, exención) y franquear
(pasar de un lado a otro; mostrar a otro el interior de uno). El
nombre propio Francisco se deriva de aquel adjetivo.
Es curioso que fueran los aislados anglosajones, con su gran
tradición de derecho consuetudinario (palabra derivada de la raíz indoeuropea “*s(w)e”, igual
que ética y costumbre), los primeros en instaurar un sistema político
representativo en Europa. Y que descendientes suyos, además de otros países del
Norte europeo, fundaran, en Estados Unidos y con un océano separándolos del rey
inglés y de la autoritaria, conflictiva y estadolátrica Europa, el primer y
único sistema político representativo y con separación de poderes que existe en
el mundo sobre un país de grandes dimensiones.
Finalmente, en las principales lenguas actuales de tronco eslavo,
a la libertad le llaman svoboda
(ruso), swoboda
(polaco), svobode
(esloveno) y eslobodo
(eslovaco). Esas palabras derivan de dos raices indoeuropeas: “*s(w)e”,
pronombre de tercera persona y a su vez reflexivo (su o uno mismo) y “*bheud”, que
significa “ser, existir, crecer”, pero la terminación “–boda” procede de
“ser” (en polaco ser= być;
en ruso byt;
en esloveno biti;
en eslovaco byť).
Por tanto, la libertad eslava significa etimológicamente “su ser mismo”; es un
reconocimiento integral del «otro», en contraste no sólo con el «yo», sino con
el «nosotros». No es de extrañar, con estos antecedentes, la exquisita
penetración psicológica que muestran los grandes escritores rusos en la
descripción de sus personajes. Desde luego, respecto a la libertad, los eslavos
saben lo que dicen y, si lo dicen, lo saben. Es triste comprobar que la palabra
esclavo proceda del griego bizantino esklavinós
y éste de eslovĕnimŭ,
como se llamaban a sí mismos los eslavos, víctimas de tratas en el Oriente
medieval.
La más antigua inscripción conocida que se considera referida a la
libertad fue escrita con caracteres cuneiformes sumerios (unos 2.500 años
a.C.). Podría leerse “ama-gi”
y traducirse por “volver a la madre”. La raíz “*amma” o “*ma”, voz
onomatopéyica del niño al «mamar», se halla en lenguas de todo el mundo.
Significa madre. De esa raíz se derivan nuestras palabras amor y amistad. La
libertad greco-romana soltó ese noble hilo umbilical y perdida, temerosa y
arrecida, se internó, enemistada con la verdad moral, en un sombrío laberinto
paternalista repleto de ideas lógicas y de leyes ideológicas, para calentar su
cuerpo frío junto al fuego falso del poder, junto a su cadalso. ¡Amantes de la
libertad, seamos
etimológicos!
Nota:
No soy políglota ni experto en etimología. Ni siquiera buen aficionado. Aunque
he tratado de no cometer ni un sólo error, quizá no lo haya conseguido. Pido
disculpas. Las referencias etimológicas han sido extraídas de los textos:
»
ANDRUSKIEWITSCH, Igor. “Atenas
1000 AC: 3000 años de Civilización Europea. Conferencia en “Cariátide, Asociación
Argentina de Cultura Helénica”. 13 de junio de 2.000. Tomada de
internet.
»
BORDELOIS, Ivonne. Etimología
de las Pasiones. Libros del zorzal. 2.006.
»
COROMINES, Joan. Breve
Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana. Gredos. 1ª Ed.-1.961. 14ª Reimp.-2ª
Ed.-2.010.
» Roberts, Edwuard.A.; PastoR, Bárbara. Diccionario
Etimológico Indoeuropeo de la Lengua Española.
Alianza Editorial, S.A. 1ª Ed.-1.996. 7ª Reimpresión-2.009.
»
STROMBERG, Joseph R. Freedom
vs. Liberty.10-Julio-2.001. Historiador del Ludwig Von Mises
Institute. Opúsculo en internet.
El
asterisco antes de la raíz indoeuropea indica que son formas altamente
probables en función de los actuales conocimientos. Animo a los lectores a
enriquecer el despliegue etimológico y a librarse de los muchos prejuicios con
que la demagogia política ha disfrazado y disfraza el lenguaje. He empleado un
traductor de internet para añadir ejemplos de la familia lingüística eslava una
vez acreditada la conexión de una palabra concreta, en alguna de sus lenguas,
con la raíz indoeuropea correspondiente.
Paco Corraliza
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