El propio hecho de la observación
altera al observador y a lo observado. Heisenberg
En el campo de la Psicología ha habido
un gran descubrimiento. Se trata del poder curativo de la consciencia. Una
capacidad que señala la gran influencia que tiene en sí misma, el puro darse
cuenta. Por ejemplo, cuando somos capaces de “observar” de manera sostenida
todos aquellos procesos de conducta que nos traen problemas, producimos
transformaciones del patrón observado que conllevan nuevas opciones y programas
más óptimos de acción futura.
En realidad, se trata de lograr
mantener la atención sobre aquellas ideas y mecanismos que nos originan tensión
y dolor ya que de esta manera, afloramos y resolvemos las viejas heridas
“tapadas”. Así, creamos una sabia y sanadora “distancia”. Una medida que, como terapia
sutil, permite nuevas posibilidades y sosiega el alma. Los grandes místicos
y sanadores hindúes confirmaron este principio señalando que un conflicto
“observado” es un conflicto resuelto. Y tal vez, desde la perspectiva
científica de un Occidente prosaico y racional, uno se pregunte, ¿en qué se
basa este axioma?.
Una respuesta a esta pregunta la
ofrece la Física Cuántica al afirmar que el sujeto observador, mediante el acto
de la simple observación, altera el objeto observado. Cuando, por
ejemplo, se “observa” una partícula subatómica sucede que, automáticamente,
ésta se ve afectada en su carga y en su órbita por la influencia de dicha
observación. Evidentemente, el único contacto que ha existido en este hecho
modificador ha sido el campo de consciencia desencadenado con la acción
de observar. Y en realidad, observar, en términos de la propia persona, es tan
sólo darse cuenta. Un hecho que nada tiene que ver con el pensamiento y
sus elucubraciones, sino más bien con el acto instantáneo y neutral de
atestiguar lo que pasa.
Cuando uno deviene espectador
consciente de sí mismo y logra darse cuenta de sus propias máscaras, cuando
indaga en sus reacciones y el modo en que su mente interpreta las cosas, si se
da cuenta de la verdadera raíz de aquello que le duele y le inquieta, si pone
atención en las justificaciones y autoengaños que su mente maneja, cuando
observa los miedos soterrados y los anhelos que su corazón guarda, estará
transformando el programa mental que los sustenta. Sucederá que las
conductas automáticas se tornarán voluntarias y lo que antes le dolía y
frustraba, ahora fluirá con calma.
Y, si además de devenir consciente de
los procesos mentales, devenimos conscientes de que somos seres libres,
habitantes del Universo, capaces de elegir las opciones que nos convengan y
que, cada día, captamos mejor los aspectos más sutiles de las personas, estará
naciendo al Testigo, a su verdadera identidad que todo lo observa. Un estado de
conciencia análogo al de un espectador que no se identifica con los escenarios,
tanto físicos como mentales, en los que se desarrolla su obra. El Testigo es la
identidad Real del ser humano, una apertura, un claro Vacío y neutral, absoluto
y supramental que, como cielo azul, vive inmutable mas allá de las nubes del
pensamiento que, en cada instante, cambian de forma.
Saberse testigo de nuestra pequeña
identidad personal y reconocerse como observador de la máscara que uno
representa, permite vivirse en todas las opciones que nuestra diversidad demanda.
Cuando lo inconsciente deviene consciente por el mágico poder del darse
cuenta, todo tiene más sentido y se disfruta de la propia independencia. El
viaje más importante de la vida: la gran aventura de la consciencia.
TRANSFORMACIÓN
Lo que se necesita mejorar no es el
Universo, sino su modo de mirarlo.
Lama Dirhavansa
En alguna época de nuestra vida hemos
dicho cosas tales como: “La vida es injusta... Fui víctima de la codicia de
mis propios hermanos... Mis compañeros de trabajo eran insoportables”. Actitudes
que, de manera sutil, culpabilizan al mundo de los propios infortunios,
queriendo ignorar que todos los seres humanos nos sentamos en la mesa de la
existencia con unas cartas en la mano y un conjunto de reglas.
Con el tiempo aprendemos a considerar
que el mundo es como es, y cualquier juicio condenatorio que no asuma
nuestra responsabilidad e ignore la parcela de misterio de lo global, no deja
de señalar una posición incompleta y superficial. Cuando uno piensa que “los
demás son injustos” no adelanta nada, ya que no sólo refuerza la incompetencia
de su programa mental, sino que también prolonga el problema. Uno bien sabe que
Si no le gusta lo que recibe, conviene que preste atención a lo que emite.
En este sentido, alguien definió la locura como el hecho de pretender que las
cosas vayan de otro modo, sin que por lo menos, uno mismo modifique su programa
y actúe de otra forma.
El mundo que se percibe “ahí fuera” se
conforma en nuestra mente. Y como bien sabemos, dicha realidad cambia
dependiendo del estado de ánimo desde el que se percibe. Las experiencias de
dolor, frustración y desencanto, sólo son útiles cuando están acompañadas de
acción y ajustes de actitud, ya que lo que funciona, no es el cambiar el mundo,
sino modificar la relación que tenemos con él. Algo que se logra ajustando la
interpretación y el posicionamiento que nuestra mente hace del mismo.
Nuestra mente tiene la facultad de
hacer crecer aquello en lo que enfoca la mirada. Si uno enfoca su atención en
las ventajas de lo acontecido, por doloroso que el suceso haya sido, las
ventajas aparecerán en nuestra mente en virtud de la Ley del enfoque que
todo lo aumenta. No pensemos que, de esta forma, uno se engaña con una
visión positivista prefabricada que en nada se acerca a la “realidad”. La
llamada realidad se conforma en el interior del cerebro y es más maleable y
subjetiva de lo que parece. Nuestra forma de mirar el mundo depende del
programa de interpretación que nuestra mente seleccione y cultive. Los hechos
son neutros. Es nuestra interpretación de los mismos la que los convierte en
benditos o malditos. Si uno se hace competente en la utilización de un buen
programa de interpretación y aprende a enfocar las ventajas integrales que trae
lo que sucede, experimentará no sólo una mayor concordia, sino también una sostenida
expansión de consciencia con todas las ventajas emocionales de alegría y
poder que ello conlleva.
Si cambiamos la visión negativa del
mundo, no sólo viviremos otras experiencias derivadas de este nuevo programa,
sino que además nos sorprenderá comprobar como el mundo “de verdad” cambia. En
realidad, el mejor favor que le podemos hacer a este planeta y a las personas
que nos rodean es “pensarlas bien”. Es decir, pensarlas capaces de aprender y
de transformarse.
La visión que ejercemos del mundo
tiene un poder creador, similar al que experimentamos en nuestra actividad
onírica. Si cambiamos el pensamiento, también cambia el escenario que uno
sueña. Algo parecido sucede en el estado de vigilia despierta. El mundo depende
de uno mismo, de lo que se opte interpretar entre las infinitas posibilidades
de mirada. En realidad, el arte de vivir es el arte de enfocar e interpretar.
TRANSFORMACIÓN
No ceses en momento alguno de esculpir
tu propia estatua. Plotino
Evolucionar significa crecer
integralmente, es decir, crecer en todos y cada uno de los diversos rasgos
del Ser. Muchos hombre y mujeres están desarrollados intelectualmente y, sin
embargo, padecen de una gran inmadurez emocional. ¿Inmadurez emocional?, se
preguntan y, ¿cómo se hace para madurar emocionalmente? La respuesta no pone de
relieve la necesidad de cursar estudios en alguna exótica universidad de los
Himalayas, sino de un trabajo personal de observación sostenida del
propio programa mental y sus más íntimas creencias. Un ejercicio que madurará
sus emociones y aportará templanza. Pero, ¿cómo conocer el propio grado de
madurez emocional?
Observe si padece algunos de los
siguientes síntomas. Primero: ¿soporta razonablemente bien las frustraciones?,
¿asume con rapidez el desenlace de acontecimientos contrarios a sus deseos y
previsiones? Si usted no “encaja” las frustraciones, quiere decir que, en
alguna medida, su vida está llena de expectativas. Y las expectativas tienden a
crear frustración. Cambie la actitud “expectativa” por la de “posibilidad” y
entrénese en la aceptación de lo sucedido. En realidad, no podemos volver hacia
atrás y cambiar los acontecimientos. Mire hacia delante y no dramatice
lamentándose del pasado. Aceptar los hechos no significa resignarse, sino más
bien tener motivos de nueva acción, sabiendo que en el fracaso subyacen las
semillas del éxito. En realidad, no hay fracasos, sino aprendizaje.
Segundo: ¿siente usted tendencia a
totalizar?, ¿tiende a relacionarse desde los extremos “todo o nada”? Si siente
que todavía las cosas son blancas o negras y le es difícil manejarse en una
gama amplia de “grises”, busque el noble sendero medio. Si todavía
experimenta fascinaciones y aversiones, tal vez le convenga aprender a caminar
por el filo de la navaja y aceptar su parte de sombra.
Tercero: ¿sufre cambios de humor
repentinos y sin motivo aparente?, ¿sucede que, de pronto, algo sumergido le
cambia el chip y su mente se polariza en la agresividad y la rabieta? Si
eso todavía es así, tal vez le convenga poner atención y analizar los pequeños
detalles que le molestaron, ¿qué pensamiento fugaz al “pasar” por su mente
consiguió amargarle? Cuando desenmascare su vulnerabilidad, podrá crear nuevas
opciones de mayor poder e independencia.
Cuarto: ¿Se muestra muy susceptible a
las críticas?, ¿le molesta mucho que alguien le vea defectos?, ¿le cuesta
hablar y reírse de su parte “menos presentable”? Si eso es así, tal vez
convenga que acepte su personalidad. Todos los seres humanos ofrecemos luces y
sombras al exterior, sin que por ello se nos deje de apreciar y respetar. Sea
consciente de sus carencias y recuerde que éstas son tan sólo partes de
usted que no representan su totalidad. Es decir, que por ejemplo, usted
no es impaciente, sino que tiene una parte impaciente. Usted es
mucho más que cualquiera de sus partes. Evite totalizarse en una sola cualidad
de su persona. Recuerde su dimensión espiritual de infinitud.
Si aspira usted a evolucionar
espiritualmente, convendrá que no descarte la formación de un buen ego. Un ego
sano, fuerte y consciente. Y desde el conocimiento de dicho ego, proceda a
expandir su conciencia hacia el Testigo transpersonal desde el que
observar la dualidad y la contradicción de su mente egoica. El hecho de madurar
emocionalmente es una asignatura de la evolución y un requisito previo de la
Paz Profunda. No caiga en negar su ego. Constrúyalo equilibrado, sano y
asertivo y luego sigua adelante. ¿Espiritualidad? Sí, pero no descuide la
construcción de un buen ego terrenal. Sin duda, la obra de arte más delicada y
trascendente de la vida.
TRANSFORMACIÓN
Una vida no examinada no merece la
pena ser vivida. Sócrates
El examen de las propias experiencias
es una facultad que tan sólo la especie humana puede realizar. Cada noche, el
hecho de revisar lo que hemos vivido durante el día, es un lujo que no debe
pasar desapercibido en el desarrollo integral como personas. El simple repaso
de los acontecimientos más significativos del día y el hecho de dedicar unos
minutos al final de la jornada, es un regalo evolutivo de consecuencias
insospechadas.
¿Qué ha sucedido hoy? Si usted opta
por su desarrollo personal, de manera eficaz y acelerada, trate de mirar el día
vivido y permita que su mente rastree entre los sucesos significativos. Decida
adquirir el hábito de examinar la experiencia cotidiana y convertirá en aprendizaje
los momentos más habituales de su existencia. Mediante este simple
ejercicio se hará consciente de lo que, realmente, sucede “detrás de la escena”,
evitando repeticiones de conductas automáticas y sintiendo como abre nuevos
ciclos con actitudes y metas renovadas. Sin duda, un examen que aportará
inteligentes alineamientos con el sentido último de su vida.
Cada día vivido nos “trae” asuntos significativos
que nuestra consciencia transforma en escalones espirales de la siguiente
vuelta. ¿Qué ha sucedido en este año?. Una pregunta que conviene hacerse
al cierre de un ciclo, en la víspera de un cumpleaños o en una simple “noche
vieja”. Recuerde que una mente sin objetivos es como un barco que, cuando
enfrenta una tormenta, da vueltas a la deriva.
Para responder a la pregunta, ¿qué
ha sucedido en el día de hoy?, la mente rastrea por los intereses y
objetivos que uno se ha marcado para el período que ahora examina y observa.
Por ejemplo, si en esta etapa de la vida, para uno mismo lo importante es el
éxito y la prosperidad económica, la respuesta buscará todos los momentos del
día en los que dichas cuestiones se vean afectadas. Si lo que en dicho ciclo
están en juego aspectos tales como su autoestima, sus afectos y expansión de
consciencia, los hechos que seleccionará su mente serán aquellos que tengan que
ver con tales metas.
La Tecnología de la Transformación aborda
la construcción de preguntas de poder sobre el inconsciente, cuyas
respuestas, en sí mismas, resultan transformadoras. Si pregunta, “¿en qué he
progresado hoy?”, reforzará los progresos realizados en la jornada. Si
pregunta, “¿qué ha sucedido hoy de especial, mágico o significativo?”, reforzará
su aventura interior y el sentido evolutivo de su vida. Es posible que lo que
interese sea la calidad de su vida afectiva y entonces se pregunte, “¿en qué
momentos he sentido generosidad y compasión?” Si le interesa salir de un
cuadro mental depresivo, se preguntará, “¿de qué he gozado hoy?” Y si lo
que mueve la vida es el servicio a los demás, puede preguntarse, “¿a quién
he ayudado hoy?”
Recuerde que todo minuto dedicado a la
capitulación y toma de conciencia del día vivido es la mejor inversión que uno
puede hacer para su desarrollo como persona lúcida y despierta. Pronto
comprobará que los efectos transformadores del auto-examen son
desproporcionados al esfuerzo que demandan. Es por ello que merece la pena no
cerrar ni un sola jornada, sin antes dedicar unos instantes al procesamiento
del pasado “trozo de vida”. El examen del día, sin auto-reproches ni alabanzas,
es un hábito con poder suficiente como para asegurar su crecimiento y erradicar
de su vida pensamientos y conductas no deseadas. Un ejercicio de apariencia
simple y, sin embargo, de increíbles consecuencias. Proceda a observar y
examinar, y los cambios vendrán por sí solos, tan suaves y contundentes como
las brisas del alba. 146
TRANSFORMACIÓN
El futuro dejado a sí mismo solamente
repite el pasado. El cambio sólo puede ocurrir ahora. Nisargadatta.
Cuando lanzamos una piedra a un
estanque de aguas serenas, brotan pequeñas olas concéntricas que se expanden
repetidas y alineadas. Una ley natural rige la sucesión de sus círculos y la
pauta de los tiempos entre cada una de las ondulaciones que llegan a las
orillas.
Nuestro organismo también se despliega
en espirales mediante cadenas de ácidos que conforman el andamiaje de las
futuras células. Espirales que dibujan, una y otra vez, el diseño
preestablecido por la información genética. De la misma forma, se comporta la
mente del ser humano, cuya íntima experiencia también está sujeta a leyes y
ritmos que laten en determinadas secuencias.
Se dice que cada siete años suceden
cambios importantes en el periplo de nuestra vida. Se trata, no sólo de cambios
fisiológicos que modifican nuestro cuerpo a través de la muerte y nacimiento de
todas las células, sino también, de acontecimientos que influyen en el nuevo
ciclo y que suponen la frontera de la siguiente vuelta. Y así como el Universo
se compone de esferas que giran elípticas en una danza previsible de increíble
precisión y gracia, de la misma forma, nuestra vida también tiende a repetir su
historia, aportando en sus espirales, cada vez más amplias, tendencias
previsibles en el seno de una más expandida consciencia.
¿Cómo salir de la rueda de las
sucesiones y tendencias?
¿Cómo evitar repeticiones que nos
enfrenten a desenlaces conocidos que tal vez uno no desea?
Los entendidos afirman que, primeramente,
conviene tomar consciencia clara y detallada, tanto del “guión” forjado a
través de nuestras primeras experiencias, como del programa de creencias que
subyace en nuestra historia. También señalan que para evitar repeticiones
conviene decidir otras opciones y caminos diferentes que dibujen una
nueva trayectoria. Para escapar de la vieja conducta, asimismo afirman que es
preciso mantener un estado mental de atención sostenida. Es decir, un
nivel de consciencia en que el automatismo y la influencia de lo viejo, no
sustituyan a la elección constante que ejercemos con plena voluntad y
consciencia.
Al parecer, la llave de oro para
escapar de la “noria repetitiva” es darse cuenta de las tendencias de nuestra
mente y de los procesos profundos que conforman el juego de motivaciones y
latidos del alma. Conforme las raíces de nuestros deseos son observados, uno se
va liberando de la tiranía de la inercia y se siente capacitado a
decidir su destino y reinventar su persona.
Pero más allá de nuestra mente y sus
vueltas, está uno mismo: ESO, observador neutro y ecuánime de los
programas de ida y vuelta. Uno Es, Testigo de la mente y sus patrones, tanto de
los que llevan a la repetición, como de los que permiten optar por conductas más
deseadas. En realidad, el Yo Observador no se mueve, es la mente la única que
da vueltas. El Observador ni evalúa, ni prefiere, ni rechaza, ni aprueba, tan
sólo atestigua lo que las diversas partes de su mente elaboran. El Testigo
interno no es la mente y sus espirales, ni su cuerpo, ni tan siquiera su alma.
UNO es Infinitud, Totalidad, Vacuidad Resplandeciente. Y finalmente, si
nos preguntamos, ¿cómo llegar?, ¿cómo salir de la noria de la conciencia
ordinaria? ... Los Vedas responden que: observando a la noria dar sus
vueltas. 147
TRANSFORMACIÓN
El propio hecho de la observación
altera al observador y a lo observado. Heisenberg
En el campo de la Psicología ha habido
un gran descubrimiento. Se trata del poder curativo de la consciencia. Una
capacidad que señala la gran influencia que tiene en sí misma, el puro darse
cuenta. Por ejemplo, cuando somos capaces de “observar” de manera sostenida
todos aquellos procesos de conducta que nos traen problemas, producimos
transformaciones del patrón observado que conllevan nuevas opciones y programas
más óptimos de acción futura.
En realidad, se trata de lograr
mantener la atención sobre aquellas ideas y mecanismos que nos originan tensión
y dolor ya que de esta manera, afloramos y resolvemos las viejas heridas
“tapadas”. Así, creamos una sabia y sanadora “distancia”. Una medida que, como terapia
sutil, permite nuevas posibilidades y sosiega el alma. Los grandes místicos
y sanadores hindúes confirmaron este principio señalando que un conflicto
“observado” es un conflicto resuelto. Y tal vez, desde la perspectiva
científica de un Occidente prosaico y racional, uno se pregunte, ¿en qué se
basa este axioma?.
Una respuesta a esta pregunta la
ofrece la Física Cuántica al afirmar que el sujeto observador, mediante el acto
de la simple observación, altera el objeto observado. Cuando, por
ejemplo, se “observa” una partícula subatómica sucede que, automáticamente,
ésta se ve afectada en su carga y en su órbita por la influencia de dicha
observación. Evidentemente, el único contacto que ha existido en este hecho
modificador ha sido el campo de consciencia desencadenado con la acción
de observar. Y en realidad, observar, en términos de la propia persona, es tan
sólo darse cuenta. Un hecho que nada tiene que ver con el pensamiento y
sus elucubraciones, sino más bien con el acto instantáneo y neutral de
atestiguar lo que pasa.
Cuando uno deviene espectador
consciente de sí mismo y logra darse cuenta de sus propias máscaras, cuando
indaga en sus reacciones y el modo en que su mente interpreta las cosas, si se
da cuenta de la verdadera raíz de aquello que le duele y le inquieta, si pone
atención en las justificaciones y autoengaños que su mente maneja, cuando
observa los miedos soterrados y los anhelos que su corazón guarda, estará
transformando el programa mental que los sustenta. Sucederá que las
conductas automáticas se tornarán voluntarias y lo que antes le dolía y
frustraba, ahora fluirá con calma.
Y, si además de devenir consciente de
los procesos mentales, devenimos conscientes de que somos seres libres,
habitantes del Universo, capaces de elegir las opciones que nos convengan y
que, cada día, captamos mejor los aspectos más sutiles de las personas, estará
naciendo al Testigo, a su verdadera identidad que todo lo observa. Un estado de
conciencia análogo al de un espectador que no se identifica con los escenarios,
tanto físicos como mentales, en los que se desarrolla su obra. El Testigo es la
identidad Real del ser humano, una apertura, un claro Vacío y neutral, absoluto
y supramental que, como cielo azul, vive inmutable mas allá de las nubes del
pensamiento que, en cada instante, cambian de forma.
Saberse testigo de nuestra pequeña
identidad personal y reconocerse como observador de la máscara que uno
representa, permite vivirse en todas las opciones que nuestra diversidad demanda.
Cuando lo inconsciente deviene consciente por el mágico poder del darse
cuenta, todo tiene más sentido y se disfruta de la propia independencia. El
viaje más importante de la vida: la gran aventura de la consciencia. 143
TRANSFORMACIÓN
Lo que se necesita mejorar no es el
Universo, sino su modo de mirarlo.
Lama Dirhavansa
En alguna época de nuestra vida hemos
dicho cosas tales como: “La vida es injusta... Fui víctima de la codicia de
mis propios hermanos... Mis compañeros de trabajo eran insoportables”. Actitudes
que, de manera sutil, culpabilizan al mundo de los propios infortunios,
queriendo ignorar que todos los seres humanos nos sentamos en la mesa de la
existencia con unas cartas en la mano y un conjunto de reglas.
Con el tiempo aprendemos a considerar
que el mundo es como es, y cualquier juicio condenatorio que no asuma
nuestra responsabilidad e ignore la parcela de misterio de lo global, no deja
de señalar una posición incompleta y superficial. Cuando uno piensa que “los
demás son injustos” no adelanta nada, ya que no sólo refuerza la incompetencia
de su programa mental, sino que también prolonga el problema. Uno bien sabe que
Si no le gusta lo que recibe, conviene que preste atención a lo que emite.
En este sentido, alguien definió la locura como el hecho de pretender que las
cosas vayan de otro modo, sin que por lo menos, uno mismo modifique su programa
y actúe de otra forma.
El mundo que se percibe “ahí fuera” se
conforma en nuestra mente. Y como bien sabemos, dicha realidad cambia
dependiendo del estado de ánimo desde el que se percibe. Las experiencias de
dolor, frustración y desencanto, sólo son útiles cuando están acompañadas de
acción y ajustes de actitud, ya que lo que funciona, no es el cambiar el mundo,
sino modificar la relación que tenemos con él. Algo que se logra ajustando la
interpretación y el posicionamiento que nuestra mente hace del mismo.
Nuestra mente tiene la facultad de
hacer crecer aquello en lo que enfoca la mirada. Si uno enfoca su atención en
las ventajas de lo acontecido, por doloroso que el suceso haya sido, las
ventajas aparecerán en nuestra mente en virtud de la Ley del enfoque que
todo lo aumenta. No pensemos que, de esta forma, uno se engaña con una
visión positivista prefabricada que en nada se acerca a la “realidad”. La
llamada realidad se conforma en el interior del cerebro y es más maleable y
subjetiva de lo que parece. Nuestra forma de mirar el mundo depende del
programa de interpretación que nuestra mente seleccione y cultive. Los hechos
son neutros. Es nuestra interpretación de los mismos la que los convierte en
benditos o malditos. Si uno se hace competente en la utilización de un buen
programa de interpretación y aprende a enfocar las ventajas integrales que trae
lo que sucede, experimentará no sólo una mayor concordia, sino también una sostenida
expansión de consciencia con todas las ventajas emocionales de alegría y
poder que ello conlleva.
Si cambiamos la visión negativa del
mundo, no sólo viviremos otras experiencias derivadas de este nuevo programa,
sino que además nos sorprenderá comprobar como el mundo “de verdad” cambia. En
realidad, el mejor favor que le podemos hacer a este planeta y a las personas
que nos rodean es “pensarlas bien”. Es decir, pensarlas capaces de aprender y
de transformarse.
La visión que ejercemos del mundo
tiene un poder creador, similar al que experimentamos en nuestra actividad onírica.
Si cambiamos el pensamiento, también cambia el escenario que uno sueña. Algo
parecido sucede en el estado de vigilia despierta. El mundo depende de uno
mismo, de lo que se opte interpretar entre las infinitas posibilidades de
mirada. En realidad, el arte de vivir es el arte de enfocar e interpretar. 144
TRANSFORMACIÓN
No ceses en momento alguno de esculpir
tu propia estatua. Plotino
Evolucionar significa crecer
integralmente, es decir, crecer en todos y cada uno de los diversos rasgos
del Ser. Muchos hombre y mujeres están desarrollados intelectualmente y, sin
embargo, padecen de una gran inmadurez emocional. ¿Inmadurez emocional?, se
preguntan y, ¿cómo se hace para madurar emocionalmente? La respuesta no pone de
relieve la necesidad de cursar estudios en alguna exótica universidad de los
Himalayas, sino de un trabajo personal de observación sostenida del
propio programa mental y sus más íntimas creencias. Un ejercicio que madurará
sus emociones y aportará templanza. Pero, ¿cómo conocer el propio grado de
madurez emocional?
Observe si padece algunos de los
siguientes síntomas. Primero: ¿soporta razonablemente bien las frustraciones?,
¿asume con rapidez el desenlace de acontecimientos contrarios a sus deseos y
previsiones? Si usted no “encaja” las frustraciones, quiere decir que, en
alguna medida, su vida está llena de expectativas. Y las expectativas tienden a
crear frustración. Cambie la actitud “expectativa” por la de “posibilidad” y
entrénese en la aceptación de lo sucedido. En realidad, no podemos volver hacia
atrás y cambiar los acontecimientos. Mire hacia delante y no dramatice
lamentándose del pasado. Aceptar los hechos no significa resignarse, sino más
bien tener motivos de nueva acción, sabiendo que en el fracaso subyacen las
semillas del éxito. En realidad, no hay fracasos, sino aprendizaje.
Segundo: ¿siente usted tendencia a
totalizar?, ¿tiende a relacionarse desde los extremos “todo o nada”? Si siente
que todavía las cosas son blancas o negras y le es difícil manejarse en una
gama amplia de “grises”, busque el noble sendero medio. Si todavía
experimenta fascinaciones y aversiones, tal vez le convenga aprender a caminar
por el filo de la navaja y aceptar su parte de sombra.
Tercero: ¿sufre cambios de humor
repentinos y sin motivo aparente?, ¿sucede que, de pronto, algo sumergido le
cambia el chip y su mente se polariza en la agresividad y la rabieta? Si
eso todavía es así, tal vez le convenga poner atención y analizar los pequeños
detalles que le molestaron, ¿qué pensamiento fugaz al “pasar” por su mente
consiguió amargarle? Cuando desenmascare su vulnerabilidad, podrá crear nuevas
opciones de mayor poder e independencia.
Cuarto: ¿Se muestra muy susceptible a
las críticas?, ¿le molesta mucho que alguien le vea defectos?, ¿le cuesta
hablar y reírse de su parte “menos presentable”? Si eso es así, tal vez
convenga que acepte su personalidad. Todos los seres humanos ofrecemos luces y
sombras al exterior, sin que por ello se nos deje de apreciar y respetar. Sea
consciente de sus carencias y recuerde que éstas son tan sólo partes de
usted que no representan su totalidad. Es decir, que por ejemplo, usted
no es impaciente, sino que tiene una parte impaciente. Usted es
mucho más que cualquiera de sus partes. Evite totalizarse en una sola cualidad
de su persona. Recuerde su dimensión espiritual de infinitud.
Si aspira usted a evolucionar
espiritualmente, convendrá que no descarte la formación de un buen ego. Un ego
sano, fuerte y consciente. Y desde el conocimiento de dicho ego, proceda a
expandir su conciencia hacia el Testigo transpersonal desde el que
observar la dualidad y la contradicción de su mente egoica. El hecho de madurar
emocionalmente es una asignatura de la evolución y un requisito previo de la
Paz Profunda. No caiga en negar su ego. Constrúyalo equilibrado, sano y
asertivo y luego sigua adelante. ¿Espiritualidad? Sí, pero no descuide la
construcción de un buen ego terrenal. Sin duda, la obra de arte más delicada y
trascendente de la vida. 145
TRANSFORMACIÓN
Una vida no examinada no merece la
pena ser vivida. Sócrates
El examen de las propias experiencias
es una facultad que tan sólo la especie humana puede realizar. Cada noche, el
hecho de revisar lo que hemos vivido durante el día, es un lujo que no debe
pasar desapercibido en el desarrollo integral como personas. El simple repaso
de los acontecimientos más significativos del día y el hecho de dedicar unos
minutos al final de la jornada, es un regalo evolutivo de consecuencias
insospechadas.
¿Qué ha sucedido hoy? Si usted opta
por su desarrollo personal, de manera eficaz y acelerada, trate de mirar el día
vivido y permita que su mente rastree entre los sucesos significativos. Decida
adquirir el hábito de examinar la experiencia cotidiana y convertirá en aprendizaje
los momentos más habituales de su existencia. Mediante este simple
ejercicio se hará consciente de lo que, realmente, sucede “detrás de la
escena”, evitando repeticiones de conductas automáticas y sintiendo como abre
nuevos ciclos con actitudes y metas renovadas. Sin duda, un examen que aportará
inteligentes alineamientos con el sentido último de su vida.
Cada día vivido nos “trae” asuntos
significativos que nuestra consciencia transforma en escalones espirales de la
siguiente vuelta. ¿Qué ha sucedido en este año?. Una pregunta que
conviene hacerse al cierre de un ciclo, en la víspera de un cumpleaños o en una
simple “noche vieja”. Recuerde que una mente sin objetivos es como un barco
que, cuando enfrenta una tormenta, da vueltas a la deriva.
Para responder a la pregunta, ¿qué
ha sucedido en el día de hoy?, la mente rastrea por los intereses y
objetivos que uno se ha marcado para el período que ahora examina y observa.
Por ejemplo, si en esta etapa de la vida, para uno mismo lo importante es el
éxito y la prosperidad económica, la respuesta buscará todos los momentos del
día en los que dichas cuestiones se vean afectadas. Si lo que en dicho ciclo
están en juego aspectos tales como su autoestima, sus afectos y expansión de
consciencia, los hechos que seleccionará su mente serán aquellos que tengan que
ver con tales metas.
La Tecnología de la Transformación aborda
la construcción de preguntas de poder sobre el inconsciente, cuyas
respuestas, en sí mismas, resultan transformadoras. Si pregunta, “¿en qué he
progresado hoy?”, reforzará los progresos realizados en la jornada. Si
pregunta, “¿qué ha sucedido hoy de especial, mágico o significativo?”, reforzará
su aventura interior y el sentido evolutivo de su vida. Es posible que lo que
interese sea la calidad de su vida afectiva y entonces se pregunte, “¿en qué
momentos he sentido generosidad y compasión?” Si le interesa salir de un
cuadro mental depresivo, se preguntará, “¿de qué he gozado hoy?” Y si lo
que mueve la vida es el servicio a los demás, puede preguntarse, “¿a quién
he ayudado hoy?”
Recuerde que todo minuto dedicado a la
capitulación y toma de conciencia del día vivido es la mejor inversión que uno
puede hacer para su desarrollo como persona lúcida y despierta. Pronto
comprobará que los efectos transformadores del auto-examen son
desproporcionados al esfuerzo que demandan. Es por ello que merece la pena no
cerrar ni un sola jornada, sin antes dedicar unos instantes al procesamiento
del pasado “trozo de vida”. El examen del día, sin auto-reproches ni alabanzas,
es un hábito con poder suficiente como para asegurar su crecimiento y erradicar
de su vida pensamientos y conductas no deseadas. Un ejercicio de apariencia
simple y, sin embargo, de increíbles consecuencias. Proceda a observar y
examinar, y los cambios vendrán por sí solos, tan suaves y contundentes como
las brisas del alba. 146
TRANSFORMACIÓN
El futuro dejado a sí mismo solamente
repite el pasado. El cambio sólo puede ocurrir ahora. Nisargadatta.
Cuando lanzamos una piedra a un
estanque de aguas serenas, brotan pequeñas olas concéntricas que se expanden
repetidas y alineadas. Una ley natural rige la sucesión de sus círculos y la
pauta de los tiempos entre cada una de las ondulaciones que llegan a las
orillas.
Nuestro organismo también se despliega
en espirales mediante cadenas de ácidos que conforman el andamiaje de las
futuras células. Espirales que dibujan, una y otra vez, el diseño
preestablecido por la información genética. De la misma forma, se comporta la
mente del ser humano, cuya íntima experiencia también está sujeta a leyes y
ritmos que laten en determinadas secuencias.
Se dice que cada siete años suceden
cambios importantes en el periplo de nuestra vida. Se trata, no sólo de cambios
fisiológicos que modifican nuestro cuerpo a través de la muerte y nacimiento de
todas las células, sino también, de acontecimientos que influyen en el nuevo
ciclo y que suponen la frontera de la siguiente vuelta. Y así como el Universo
se compone de esferas que giran elípticas en una danza previsible de increíble
precisión y gracia, de la misma forma, nuestra vida también tiende a repetir su
historia, aportando en sus espirales, cada vez más amplias, tendencias
previsibles en el seno de una más expandida consciencia.
¿Cómo salir de la rueda de las sucesiones
y tendencias?
¿Cómo evitar repeticiones que nos
enfrenten a desenlaces conocidos que tal vez uno no desea?
Los entendidos afirman que,
primeramente, conviene tomar consciencia clara y detallada, tanto del “guión”
forjado a través de nuestras primeras experiencias, como del programa de
creencias que subyace en nuestra historia. También señalan que para evitar
repeticiones conviene decidir otras opciones y caminos diferentes que
dibujen una nueva trayectoria. Para escapar de la vieja conducta, asimismo
afirman que es preciso mantener un estado mental de atención sostenida.
Es decir, un nivel de consciencia en que el automatismo y la influencia de lo
viejo, no sustituyan a la elección constante que ejercemos con plena
voluntad y consciencia.
Al parecer, la llave de oro para
escapar de la “noria repetitiva” es darse cuenta de las tendencias de nuestra
mente y de los procesos profundos que conforman el juego de motivaciones y
latidos del alma. Conforme las raíces de nuestros deseos son observados, uno se
va liberando de la tiranía de la inercia y se siente capacitado a
decidir su destino y reinventar su persona.
Pero más allá de nuestra mente y sus
vueltas, está uno mismo: ESO, observador neutro y ecuánime de los
programas de ida y vuelta. Uno Es, Testigo de la mente y sus patrones, tanto de
los que llevan a la repetición, como de los que permiten optar por conductas
más deseadas. En realidad, el Yo Observador no se mueve, es la mente la única
que da vueltas. El Observador ni evalúa, ni prefiere, ni rechaza, ni aprueba,
tan sólo atestigua lo que las diversas partes de su mente elaboran. El Testigo
interno no es la mente y sus espirales, ni su cuerpo, ni tan siquiera su alma.
UNO es Infinitud, Totalidad, Vacuidad Resplandeciente. Y finalmente, si
nos preguntamos, ¿cómo llegar?, ¿cómo salir de la noria de la conciencia
ordinaria? ... Los Vedas responden que: observando a la noria dar sus
vueltas.
Libro inteligencia del alma . José María Doria
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