Cómo gestionar las emociones




       Un poema maravilloso: La casa de huéspedes de Rumi


Esto de ser un ser humano
es como administrar una casa de huéspedes.
Cada día una nueva visita, una alegría, una tristeza,
una decepción, una maldad,
 alguna felicidad momentánea
que llega como un visitante inesperado.

Dales la bienvenida y acógelos a todos ellos,
incluso si son un grupo penoso
que desvalija completamente tu casa.
Trata a cada huésped honorablemente pues
podría estar haciendo espacio para una nueva delicia.
El pensamiento oscuro, lo vergonzante, lo malvado,
recíbelos en tu puerta sonriendo e invítalos a entrar.
Agradece a todos los que vengan
pues se puede decir de ellos que han sido enviados
como guias del mas allá.
                         Recordemos que Rumi era un notable místico oriental.









Para encontrar la Alegría


 




Si quieres saber lo que significa ser feliz, observa una flor, un 
pájaro, un niño...: ellos son imágenes perfectas del reino, porque
viven el eterno ahora, sin pasado ni futuro. Por eso, no conocen la
culpa y la inquietud que tanto atormentan a los seres humanos; están
llenos de la pura alegría de vivir y se deleitan, no tanto en las
personas o cosas, cuanto en la vida misma. Mientras tu felicidad esté
originada o sostenida por algo o por alguien exterior a ti, seguirás en
la región de los muertos. El día en que seas feliz sin razón alguna, el
día en que goces con todo y con nada, ese día sabrás que has
descubierto ese país de la alegría interminable que llamamos «el
reino».
Encontrar el reino es lo más fácil del mundo, pero también lo más
difícil. Es fácil, porque el reino está a tu alrededor y aun dentro mismo
de ti, y lo único que tienes que hacer es extender tu mano y tomar
posesión de él. Y es difícil, porque, si deseas poseer el reino, no
puedes poseer nada más. Es decir, debes acceder a lo más hondo de
ti mismo sin apoyarte en nada ni en nadie, arrebatando a todos y a
todo, para siempre, el poder de estremecerte, de emocionarte o de
darte una sensación de seguridad o de bienestar. Para lo cual, lo
primero que necesitas es ver con absoluta claridad esta contundente
verdad: contrariamente a lo que tu cultura y tu religión te han
enseñado, nada, absolutamente nada, puede hacerte feliz. En el
momento en que consigas ver esto, dejarás de ir de una ocupación a
otra, de un amigo a otro, de un lugar a otro, de una técnica espiritual
a otra, de un guru a otro... Ninguna de esas cosas puede
proporcionarte ni un minuto de felicidad. Lo más que pueden
ofrecerte es un estremecimiento pasajero, un placer que al principio
crece en intensidad pero que se convierte automáticamente en dolor
en cuanto los pierdes y en hastío si se prolongan indefinidamente. 

A. de Mello
Una llamada al amor,
SAL TERRAE, 1991


Una mujer grande


El corazón tiene cerebro