Despertó a tu sirviente, Sunqur,
«¡Eh! ¡Despierta! Toma la jofaina y las toallas y la arcilla para el
lavado y vámonos a los baños».
Las criaturas terrestres se mueven sobre el suelo. Ninguna
inteligencia puede cambiar esto. Sólo hay uno que puede abrir la cerradura de
estas cuestiones.
Te deseo que nades siempre en el océano de la abundancia, al mismo
tiempo que manifiestas tu propio y divino destino. Escucha a tu amigo.Olvida tus imaginaciones. Olvídate de ti mismo. Escucha a tu Amigo.
Cuando seas totalmente obediente a ese,serás libre.
Inmediatamente, Sunqur reunió lo que se necesitaba, y se pusieron en
camino, uno junto al otro.
Al pasar ante la mezquita, sonó la llamada a la oración. Sunqur amaba
orar cinco veces al día.
«Os lo ruego, amo,descansad en este banco durante un rato, para que pueda recitar la azora 98, que empieza diciendo: "Tú,
que tratas a tu esclavo con afabilidad"».
El amo se sentó en el banco, mientras Sunqur entraba en la mezquita.
Una vez terminadas las oraciones, cuando el Imán y todos los
fieles se habían marchado,Sunqur seguía en el interior. El amo esperóy esperó. Finalmente, gritó hacia la mezquita:
«Sunqur,¿por qué no sales?».«No puedo. Este inteligente no me deja. Tened un poco más de paciencia.Os escucho ahí fuera.»
El amo esperó hasta siete veces,y luego gritó. La respuesta de Sunqur fue siempre la misma, «Todavía
no. Aún no me deja salir».
«Pero si ahí dentro no hay nadie,excepto tú. Todos se han marchado.
¿Quién te hace permanecer sentado tanto tiempo?»
«El que me mantiene aquí dentroes el que os mantiene a vos ahí fuera. El mismo que no os permite
entrar, no me permite a mí salir.»
El océano no ofrece tus peces por sí mismo. Tampoco permite que los
animales terrestres entren donde se mueve el pez delicado y sutil.