Boomeritis es el título del último libro
de Ken Wilber. El autor ha querido darle al texto la forma de una novela.
Es la primera novela de Wilber, aunque no el único libro en el
que adopta formatos diferentes al ensayo. “Gracia y coraje”
fue su primera incursión en géneros literarios más
personales. El “Diario”, pese a su carácter ensayístico,
fue una excelente ocasión para volver a acercarnos a un discurso
más biográfico. Boomeritis, que estaba destinado a ser una
crítica del postmodernismo y su influencia en la vida académica,
acabó adoptando este curioso formato. Al parecer, el texto académico
resultaba excesivamente aburrido. Según el propio Wilber era un
texto crítico y negativo que no aportaba puntos de salida, por
lo que decidió reconvertirlo en una novela que escenificase los
problemas que la mala comprensión del postmodernismo está
provocando entre los miembros de la sociedad.
DINAMICA ESPIRAL
La Primera Parte del libro está consagrada a introducir al lector
en el punto de vista integral. Para ello utiliza “Dinámica
Espiral”, que es una elaboración del “sistema de valores”
propuesto por Clare W. Graves (1914-1986), presentado en 1996 por Don
Beck y Christopher Cowan en el libro “Spiral Dynamics: Mastering,
Values, Leadership & Change” (1996). En 2002, el acercamiento
entre Beck y Wilber propició una rápida expansión
del modelo y su reconversión teórica como SDi (Dinámica
Espiral Integral), pasando a considerarse una herramienta del Instituto
Integral.
Wilber ya ha presentado en otros de sus libros la “Dinámica
Espiral” y no vamos a exponer aquí el sofisticado y práctico
sistema de análisis socio-cultural puesto a punto por Beck y Cowan.
Valga como introducción una frase de Graves: “El psiquismo
del ser humano atraviesa un proceso de desarrollo emergente y espiralado
que se ve jalonado por la progresiva subordinación de las conductas
más rudimentarias e infraordenadas a nuevas conductas supraordenadas,
al tiempo que van transformándose los problemas existenciales que
le aquejan. Cada uno de los estadios, olas o niveles de la existencia
sucesivos constituye así un estado que la persona atraviesa en
su camino hacia otros estados del ser. Cuando el ser humano se halla centrado
en un determinado estado de la existencia, es decir, cuando el centro
de gravedad del yo gira en torno a un determinado nivel de conciencia,
todo su mundo psicológico, es decir, sus sentimientos, motivaciones,
ética, valores, sistema de creencias, visión acerca de la
salud y de la enfermedad mental, así como el modo más adecuado
de tratarla, sus concepciones y preferencias en torno a la gestión
empresarial, la educación, la economía y la política,
asume también el aspecto de ese estado.”
(C. Graves:”Sumary Statement: The Emergent, Cyclical, Double-helix
Model of the Adult Human Biopsychosocial Systems”, Boston, 1981)
La Dinámica Espiral se presenta, por tanto, como una descripción
topográfica en ocho niveles de la evolución de las mentalidades
(beige, púrpura, rojo, azul, naranja, verde, amarillo, turquesa).
No es tanto una tipología, que clasifica por cualidades, sino una
topografía, que ordena profundidades. No es algo mecánico
sino un diagrama de flujos de pensamiento y sistemas de valores que avanzan
por oleadas que chocan y se confunden en el proceso de ser y vivir en
el mundo.
Como ya hemos dicho, la Dinámica Espiral se ha convertido en una
herramienta integral. La principal aportación del punto de vista
integral wilberiano a la espiral es el famoso AQ/AL (todos los cuadrantes
todos los niveles). De hecho, Wilber ha reconocido que en Boomeritis se
presenta la espiral como un simple modelo escalera (Wilber II) porque
una novela “no puede llevar más peso”. SDi es, en la
actualidad, una adaptación 4Q/8L que está siendo utilizada
en diferentes grupos humanos: grupos religiosos, sistemas escolares, industrias
de todo tipo, etc.
La ventaja de un modelo como SDi reside en la posibilidad que se le ofrece
al lector de ver el mundo desde una atalaya. Aunque sólo sea desde
un punto de vista intelectual el lector puede observar y comprender las
dinámicas y conflictos que le habitan y le rodean. Comprender la
espiral no da acceso directo a la conciencia de segundo grado amarilla.
Seguiremos actuando, según las circunstancias y las necesidades,
desde cualquiera de los niveles, pero, si somos honestos y nuestro funcionamiento
cognitivo no está muy dañado, tendremos una herramienta
de enorme valor para comprender nuestra situación y la del mundo
en que vivimos.
BOOMERITIS
Con la mayoría de la población en azul (40%), la mayor parte
del poder en naranja (50%) y la tendencia creciente a la visibilidad social
del verde, los problemas evolutivos se centran en las dificultades en
el avance del meme verde y las crisis de transformación de miembros
y colectivos de azul y naranja. Dado que todas las perspectivas de primer
grado (desde beige a verde) son incapaces de reconocerse entre sí,
los problemas fundamentales vienen dados por la incomprensión de
los aspectos negativos que necesariamente acompañan cada una de
las posiciones. En concreto, la defensa enconada que cada uno de los memes
de primer grado establece frente a los otros, como si fueran posiciones
alternativas en vez de responder a una lógica jerárquica
puede ser una de las causas de la mayoría de las guerras y marginaciones
del mundo contemporáneo. Pues bien, Wilber dedica la segunda parte
del libro a exponer los argumentos de lo que considera el principal problema
actual de la espiral, Boomeritis.
Dejemos que sea el propio Wilber el que defina Boomeritis: “Boomeritis
es una versión patológica del meme verde, en concreto, el
verde infectado con el rojo. Es decir, la ola principal de desarrollo
después de la egoico-racional (o naranja) es la postformal y pluralista
(verde). Los muchos aspectos positivos de verde incluyen multiculturalismo,
movimientos a favor de la diversidad, conocimiento ecológico, y
derechos civiles, contribuciones extraordinariamente positivas. Pero,
cada ola de desarrollo tiene su lado negativo o sombra. El lado positivo
de verde es su esfuerzo por tratar todos los puntos de vista justamente,
y no marginar o excluir ninguno de ellos. El lado negativo es un pluralismo
de tierra chata que empieza diciendo que todas las perspectivas deben
tratarse con justicia y acaba diciendo que todas las perspectivas deben
tratarse igual. Este pluralismo de tierra chata borra toda profundidad,
nada es más profundo, superior, más ancho, más íntegro,
más compasivo, más afectuoso, o más amoroso. Todo
es meramente lo mismo, en las superficies monocromáticas de la
tierra chata postmodernista. El ambiente del postmodernismo es, por consiguiente,
la ironía interminable. Al decir una cosa, se quiere decir otra,
pero bajo ninguna circunstancia se puede albergar una convicción”
(Entrevista de Shambhala a Ken Wilber en el momento de la publicación
de Boomeritis).
Los Boomers introdujeron este pluralismo chato o plano, pero las generaciones
más jovenes-los Holgazanes-X y los Milenarios-Y-crecieron bajo
su influencia. Los X (nacidos entre 1960-80) lo manejaron adoptando una
actitud más desganada que los Boomer. Al fin y al cabo, si no vale
la pena creer en nada, entonces ¿por qué trabajar para algo?
Y los Y (nacidos entre 1980 y 2000) tienden a no asumir ningún
punto de vista. El comentario que más a menudo se oye actualmente
a profesores de universidad es que es imposible conseguir que estos chavales
se involucren en ninguna discusión sobre los méritos de
un punto de vista particular, porque se supone que todo los puntos de
vista son lo mismo. Lo irónico del caso es que esos mismos profesores
(Boomers) son los que enseñaron el pluralismo chato para impulsar
la agenda izquierdista y acabar con la opresión social--que es
enorme. Pero, ese pluralismo no es la manera de acabar con la opresión,
sino de consolidarla, porque la noción de que todas las perspectivas
son iguales hace que sea imposible criticar cuestiones sociales (por muy
injustas que sean), porque se supone que ninguna perspectiva es superior
a otra. En lugar de producir una generación de activistas políticos,
los Boomers produjeron una generación de inactivos sociales, que
carecen de cualquier clase de sentido crítico respecto a cómo
llevar adelante una agenda verdaderamente progresista --porque eso implicaría
elaborar una serie de juicios y de jerarquías de valores y de perspectivas--que
es lo que el pluralismo chato impide.
Si tuviésemos que definir Boomeritis en términos psicológicos
podríamos decir que se trata de un punto de vista cultural postmoderno
que implica un elevado desarrollo cognitivo insertado en una estructura
emocional pobremente desarrollada. En otras palabras, el meme verde hace
una regresión al rojo como única manera de defenderse frente
al meme azul y al meme naranja. El rojo, recordémoslo, es un punto
de vista fuertemente individualista y etnocéntrico. El verde, a
falta de mejores razones, defiende su “libertad individual”
de lo que considera autoritario o jerárquico (azul y naranja) mediante
una actitud típicamente roja, impulsiva y narcisista, que se resume
en ¡A mí nadie me dice lo que tengo que hacer!.
De alguna manera, los verdes pretenden hacer valer su punto de vista,
igualitarista, pluralista tolerante y mundicéntrico recurriendo
al poder (rojo), lo que les hace muy poco creíbles. Es una estrategia
que ya hemos visto en otros movimientos “liberadores” o “vanguardistas”
a lo largo de la historia. Conquistemos el poder e impongamos nuestras
ideas que son las únicas que pueden salvar el mundo. Esta actitud
representa muy bien la contradicción inconsciente del postmodernismo
mal metabolizado que dice: “Todas las verdades son relativas menos
esta”. Algo así como, todos los puntos de vista son igualmente
respetables, no hay un punto de vista mejor que otro, por lo que no queda
más remedio que ser fuerte y poderoso para que mi punto de vista
destaque sobre los demás. En definitiva, sólo queda la guerra
como única manera de dirimir las diferencias y establecer un orden.
NARCISISMO
La cuestión que me parece más relevante del texto es que
la inmadurez emocional, en forma de narcisismo, es la causa de ese enorme
bloqueo que impide que la generación que a dado el paso hacia la
comunidad mundicéntrica y el respeto universal encuentre la salida
hacia la conciencia de segundo grado y, en consecuencia, hacia la paz
mundial.
La asignatura pendiente parece ser por tanto la salud emocional. Mientras
la humanidad se sigue gastando ingentes cantidades de dinero en ofrecer
una educación tecnológica que se supone va a hacernos mucho
más felices, la felicidad, que es un “telos” emocional,
sigue sin ocupar ningún espacio entre los programas educativos
y las reivindicaciones político-sociales. En todo caso, la felicidad
se relaciona con lo único que alcanza a ver el “mundo chato”:
la riqueza en vez de la sabiduría, la fama en vez de la dignidad,
el éxito en vez del respeto a uno mismo, la imagen en vez de la
autenticidad, la juventud en vez de la madurez, la limosna en vez de la
compasión, la descarga sexual en vez de la relación afectiva,
etc, etc, etc. Todo ello apunta a un tipo de sociedad narcisista con muchas
dificultades para reconocer al prójimo, más interesada en
el nivel de vida que en la calidad de vida y poco dispuesta a limitar
su nivel de confort material aunque ello ponga en peligro el equilibrio
de la Biosfera. Estas características reflejan la mentalidad de
las sociedades económicamente desarrolladas que, en principio,
son la vanguardia de la humanidad. Los habitantes de este tipo de sociedades
deberíamos de saber que la satisfacción de las necesidades
primarias: techo, vestido, alimentos, salud fisiológica, cultura,
es condición “sine qua non” para el desarrollo del
respeto humano y la armonía emocional. O sea, que el narcisismo
es función tanto de factores de la personalidad humana como de
fuerzas culturales.
El narcisismo, más allá de su definición de diccionario,
es psicoanalíticamente hablando, una etapa del desarrollo libidinal,
de la constitución del yo y de la dinámica de relaciones
de este con los objetos. Aunque el término ha hecho un importante
recorrido por la literatura psicoanalítica que ha influenciado
notablemente su recepción por la psicología, no es un concepto
unívoco sino que abarca un campo semántico que se extiende
desde la normalidad hasta la patología. Hablamos de narcisismo
para referirnos a (1) un yo de límites borrosos, para (2) señalar
las vicisitudes del sentimiento de autoestima, para (3) nombrar la defensa
que impide el contacto con el Otro, la percepción de la alteridad,
y para (4) indicar lo que ocurre cuando un exceso de sufrimiento acaba
aboliendo una función psíquica, como cuando castigamos o
despreciamos a un niño siempre que pregunta hasta aniquilar su
apetito de saber, su curiosidad. El conflicto básico de la personalidad
narcisista, al igual que el de la cultura narcisista, es la acción
sin sentimiento.
El modelo cultural y sus “encarnaciones” individuales dan
como resultado personalidades con bastante éxito en el trabajo
que se quejan de carencia de respuesta afectiva. Esta descripción
permite visualizar una brecha entre el desempeño de esas personalidades
en el ámbito exterior y sus sentimientos internos. Esa escisión
entre lo de dentro y lo de fuera es algo más que inhibición
neurótica. Si llamamos locura a la falta de contacto con la realidad,
la personalidad narcisista tiene bastante de locura puesto que está
desconectada del cuerpo y las emociones que son su realidad vital y vive,
al mismo tiempo, en un alto grado de ensimismamiento o solipsismo.
El sufrimiento de los narcisistas no está determinado, como en
las antiguas neurosis, por la culpa, la ansiedad, la fobia o la obsesión.
Las personas se quejan de depresión, de vacío interno, de
frustración y falta de realización.
Las personalidades narcisistas viven una ambición intensa y fantasías
grandiosas al mismo tiempo que profundos sentimientos de inadecuación
y dependencia de la admiración y el aplauso externos. Otto Kernberg
destaca, además, la incertidumbre e insatisfacción crónicas
respecto de sí mismos y la explotación y crueldad, consciente
o inconsciente, con los demás. Este autor afirma que los narcisistas
no pueden distinguir entre la imagen de lo que creen ser y la imagen de
lo que realmente son. En vez de la imagen real de sí mismos que
les resulta intolerablemente mediocre, se identifican con una imagen resultado
de la fusión del yo ideal, el objeto ideal y las imágenes
reales, lo que limita su percepción de sí mismos a una imagen
idealizada.
Tan importante en este caso es que sea imagen como que sea idealizada.
Es decir, el ente corpóreo se proyecta en la mente como una imagen
que se adorna con todo lo que le gustaría ser y tener. El cuerpo
y las emociones sólo son escuchadas si refuerzan esa imagen mientras
que son rechazadas si la ponen en cuestión. Se vive el cuerpo y
las emociones como instrumentos al servicio de la imagen grandiosa de
sí mismos. Dado que el yo es algo más que una imagen, es
un cuerpo físico animado por sentimientos y capacidades cognitivas,
el conflicto básico de la personalidad narcisista es la discrepancia
entre la imagen idealizada (ego) y el yo (unidad organísmica animada).
Esa discrepancia es mínima en el caso del fálico-narcisista,
más próximo de la normalidad neurótica, y va aumentando
en el carácter narcisista, la personalidad limítrofe, la
psicopática y la paranoide. En definitiva, el narcisismo adopta
la forma de una gama con diferentes grados de pérdida o reducción
del yo.
Como es sabido, a partir de mediados del siglo XX un grupo cada vez más
amplio de psicoanalistas, especialmente anglosajones, comenzó a
elaborar reformulaciones de la teoría freudiana que ponían
en cuestión la teoría de los instintos, base del psicoanálisis
ortodoxo. Entre ellos, Heinz Kohut, propuso una teoría del narcisismo
en la que afirmaba que las cuestiones fundamentales del desarrollo y la
patología no dependen tanto de los conflictos entre deseos instintivos
(ello versus superyó) sino del desarrollo de un sí-mismo
integrado y coherente que proporciona un claro sentido de identidad, con
capacidad de expresar sus talentos y aspiraciones mediante intereses,
valores y metas, y con capacidad de relación. Para Kohut, el desarrollo
no es una cuestión de dejar atrás el narcisismo sino de
llevarlo a formas más maduras.
El narcisismo se ha ido convirtiendo así en un factor del desarrollo
de la conciencia individual cuasi independiente. Podríamos decir
que la capacidad de amar del individuo va evolucionando del amor de sí
mismo al amor de los objetos. El desarrollo de un ser humano en relación
requeriría de un sentimiento de autocomprensión, más
o menos necesitado del refuerzo externo, y de una tendencia hacia los
objetos que exigiría para su realización de capacidad de
confianza e intimidad. En este sentido puede ser de gran utilidad la aportación
de la teórica feminista Carol Gilligan para quien el proceso de
desarrollo individual y colectivo supone una expansión de la conciencia
que implica la correlativa disminución del narcisismo. Gilligan
propone que el desarrollo moral femenino pasa por tres etapas: egoísta,
respeto a los míos y respeto universal, que en términos
de Wilber serían: egocéntrico, etnocéntrico y mundicéntrico.
Pues bien, el problema de Boomeritis es que pretende convencer al resto
de su punto de vista verde-mundicéntrico, usando una estrategia
roja-etnocéntrica.
Resulta irónico que un punto de vista tan sofisticado como el verde
acabe recurriendo a impulsos tan poco profundos como el rojo. Fueron las
mismas cualidades que lo elevaron por encima del “mal meme naranja”
(la gran patología del planeta desde hace tres siglos), las que
han acabado por convertir al mal meme verde en el principal problema evolutivo
actual. Aunque verde tiene entre sus cruciales aportaciones su énfasis
en los derechos individuales, la protección del medio ambiente
y la conciencia política de la marginación en todas sus
formas, su exageración ha tenido consecuencias nefastas que Wilber
analiza en la segunda parte del libro y que centra en torno a cuatro grandes
cuestiones: la ecología, el feminismo, la espiritualidad y el postmodernismo.
POSTMODERNISMO
El Postmodernismo aportó verdades importantes para el desarrollo
de la espiral: 1.- El Construccionismo, para el que nuestra percepción
del mundo es, en parte, construida. 2.- El Contextualismo, según
el cual, el significado depende del contexto. 3.- El Pluralismo que pretende
no privilegiar ni marginar ningún contexto ni interpretación
. Estas nobles verdades han sido desvirtuadas por el extremismo postmoderno
que las ha convertido en: 1.- Todas las verdades son construidas y yo
me construyo la mía. 2.- No hay verdades más universales
que otras, por tanto la mía tiene el mismo valor que cualquier
otra. 3.- No privilegiar ni marginar se convierte en una defensa a ultranza
de la diferencia. Esta mala comprensión provoca un relativismo
extremo que conduce al nihilismo, la falta de jerarquía conceptual
y la desorientación intelectual.
El fenómeno es parcialmente inconsciente y consecuencia de un tipo
de razonamiento unidimensionalmente crítico cuya intención
es sentirse especial, diferente (narcisismo). Esta cita de la revista
“The Sciences” citada por Wilber en el Diario expone acertadamente
este desatino del pensamiento: “Uno parte de la convicción
de que pertenecer a un grupo le proporciona una experiencia que le une
a los demás miembros del mismo (aun cuando no los conozca) a la
vez que le aleja de las personas que no pertenecen a él (por más
amigos íntimos o parientes que sean)
Luego asume que sus esfuerzos, humillaciones y triunfos personales constituyen
una versión de las luchas sociales en las que ese grupo se halla
inmerso (de modo que lo personal se convierte en lo político)
En tercer lugar, comienza a afirmar que los intereses de su grupo están
siendo soslayados o masacrados, de modo que hay que pasar a la acción
transformando, por ejemplo, la forma en que el grupo es percibido por
quienes están fuera de él”.
(David Berreby, The Sciences)
Este proceso constituye lo que podríamos denominar pluralismo alienado
que es la creencia de que la aceptación de mi grupo depende de
la acusación y culpabilización sumaria del grupo cuya aceptación
busco.
El verdadero pluralismo es universal. Hay que empezar a construir por
los factores y estructuras profundas que unen a los seres humanos –todos
sufrimos y gozamos, todos reímos y lloramos, todos experimentamos
placer y dolor, asombro y remordimiento; todos tenemos la capacidad de
articular imágenes, símbolos, conceptos y reglas; todos
tenemos doscientos ocho huesos, dos riñones y un corazón
(con sus salvedades correspondientes). Sobre este sustrato se agregan
todas las preciosas variantes culturalmente construidas y otras estructuras
superficiales que configuran los grupos y los individuos, todos diferentes,
todos especiales y todos únicos. Pero si se empieza con las diferencias
y el pluralismo, y no se tiene en cuenta lo más universal, se acaba
inmerso en un pluralismo alienado que puede devenir “revival”
etnocéntrico, feminismo antimasculinista o ecologismo retroromántico.
Cualquiera de estas formas de la alienación supone situarse en
una postura “mesiánica” y acusar a algún Otro
de opresor. La novela de Wilber recoge numerosos ejemplos, a cual más
jugoso, de lo que denomina “la excusa del abuso”, “la
cultura de la queja” o “el chip de víctima”.
Como hemos visto anteriormente, uno de los rasgos característicos
del narcisismo consiste en atribuir a los demás la culpa de los
problemas y preocupaciones propios, por lo que ese narcisismo incrustado
se hace visible en los nacionalismos, el feminismo y algunos movimientos
ecologistas. Es curioso cómo las mejores intenciones se convierten,
cuando se mezclan con los dramas personales, en actitudes sectarias que
dividen la sociedad de forma maniquea en buenos y malos, opresores y oprimidos,
justos y pecadores.
Como ya hemos dicho, el meme verde trajo consigo grandes avances hacia
el respeto universal como el énfasis en los derechos individuales,
la protección del medio ambiente y la conciencia política
de la marginación en todas sus formas. Muchos de esos vanguardistas
verdes dedicaron su vida a trabajar sobre dichas injusticias pero su “causa”
se tornó tan unidireccional que muchos de aquellos movimientos
nacionalistas (indigenistas), feministas, o ecologistas adoptaron expresiones
marcadamente fundamentalistas que arrastraron tras de sí a muchos
púrpuras y rojos adultos además de a muchos jóvenes
rojos que debido a su estadio evolutivo sintonizan con ese tipo de reivindicaciones
aparentemente heroicas. En estos casos, el narcisismo se asienta en el
sentido de pertenencia a un grupo “especial” que ha sido injustamente
tratado. Identificarse con el grupo “especial” apoyándose
en el hecho diferencial y consagrar la vida a “resistir” como
diferentes, tal es la “causa” de los jóvenes rojos
arengados por justificaciones y racionalizaciones verdes desorientadas.
En tales casos, la diferencia ha pasado a tener más sentido que
la identidad. El objeto adopta una función narcisista y se convierte
así en algo que separa, enfrenta, se es diferente “contra
otro”. Las personalidades narcisistas desprecian profundamente a
los que no son como ellas. Ya sea que no tienen sus características
físicas, sus orígenes, sus apellidos, su lengua o su cultura,
los otros son seres inferiores o equivocados y sólo son dignos
de respeto si se adhieren al grupo. En esos casos, la diferencia lleva
a la máxima etnocentrista: “yo con los míos tengan
o no razón”. Esa actitud etnocéntrica no permite el
abrazo mundicéntrico. La identidad basada en la diferencia no deja
ver lo idéntico. Uno de los más lúcidos psicólogos
contemporáneos, Jerome Bruner, ha señalado que para no perdernos
en lo relativo, construido, diverso o diferente, debemos aplicar la unitas
multiplex, es decir, tener en cuenta tanto los rasgos locales o superficiales
de la existencia humana como sus características universales profundas.
El pluralismo alienado sólo puede ver multiplex.
CONSTRUCCIONISMO
El construccionismo vino a desvelar que la noción de “verdad”
es, en muchos sentidos, construida de forma más o menos arbitraria,
cambiante, culturalmente relativa e históricamente determinada.
Esta interesante “verdad”, cuando pretende su aplicabilidad
general y sin límites cae en flagrante contradicción consigo
misma. Jürgen Habermas o Karl Otto-Apel ya habían advertido
de la contradicción performativa en que incurre el relativismo
extremo, y lo mismo hicieron, entre otros, Searle (al demostrar que, para
que una realidad socialmente construida funcione, debe descansar en verdades
objetivas), Peter Berger (que relativizó la visión relativista,
derrotándoles así con sus propias armas) y Charles Taylor
(demostrando que la pretensión antijerárquica de los relativistas
no deja de basarse en una jerarquía). Pongamos como ejemplo el
feminismo boomeritis el cual considera que toda realidad es una construcción
social y, por tanto, que la diferenciación sexual no es real sino
el resultado de una serie de convenciones arbitarias impuestas por el
poder masculino (patriarcado) con el propósito de oprimir a las
mujeres. Un análisis asentado en la dinámica evolutiva debería
empezar por asumir que el sexo es una función fisiológica
que, en cierta medida, va más allá de la supervivencia individual
puesto que su objetivo es la supervivencia colectiva (familia, clan, tribu,
especie). Dicha función la compartimos con muchos seres y nos une
especialmente con los mamíferos. La autoconciencia, como característica
exclusivamente humana, no evita o anula la determinación biológica
sino que esta va adoptando formas diferentes a lo largo del despliegue
de la espiral. La vida es la que nos construye y la ideología (feminismo)
es un mero intento de modificar algunas de las condiciones de la vida.
Cuando la ideología, que es un proyecto mental, se introyecta,
la vida se reduce al ideal, es decir, las necesidades corporales y emocionales
se supeditan al ideal de relación.
Cuando la práctica sexual se carga de Eros (esa energía
sentida pero poco medible), el macho y la hembra se convierten en amantes.
La sexualidad, como práctica de la función biológica
ligada al erotismo conserva el gesto animal. Está el que empuja
y el que se abre, el impulso y la receptividad, el principio activador
y la pasividad o espera confiada, la autonomía y el respeto. El
principio activador se mueve hacia el cambio, hacia otro estado, el principio
receptor permite que las cosas sucedan y que el proceso fructifique. Así
es como macho y hembra se convierten en masculino y femenino. Con ese
salto de la biosfera a la noosfera el imperativo biológico se convierte
en juego amoroso. Y, el juego, permite intercambiar los papeles. Tanto
los hombres como las mujeres representan ambos principios en diferentes
grados, proporción, organización, etc. Los movimientos son
complementarios. El salto de la biosfera a la noosfera implica también
renunciar al esencialismo según el cual para hablar de lo femenino
hay que ser mujer sometida, para hablar de los pueblos oprimidos hay que
ser indígena oprimido o para hablar de la homosexualidad hay que
ser homosexual marginado. La identificación esencialista con el
rol de víctima es especialmente insidiosa porque recuperar la autoestima
supondría perder el estatus, los derechos y la pretensión
de recibir un trato de favor.
Ya hemos visto cómo la resistencia puede ocupar la plaza del impulso
activador provocando un bloqueo del flujo relacional que responde a un
ideal narcisista, seguir sintiéndose especial negando la alteridad.
La resistencia produce el estancamiento de la onda y el placer del que
resiste queda muy mermado. A ello hay que añadir la perplejidad
del que se abre, ante una actitud que no impulsa sino que simplemente
resiste.
Frente al abrirse está el cerrarse que puede ser parte del juego,
como en el cortejo, pero que puede convertirse también en una forma
de resistencia activa. En este sentido, la ambivalencia sería la
forma de resistir de lo femenino. La actitud de cierre constituye otra
forma de negación de la alteridad. El narcisista no alcanza a diferenciar
entre el objeto anhelado y el objeto encontrado porque no hay un reconocimiento
del otro como otro. Aceptar la alteridad, ese otro del cual puedo depender
o puedo necesitar, es un proceso de duelo de la omnipotencia y autosuficiencia
narcisista. Puedo sentir que entregarme a otro me provoca una enorme cantidad
de angustia y sufrimiento o, a la inversa, la distancia respecto al otro
puede resultarme intolerable. Hay personas con poco compromiso afectivo
que cuando traspasan cierto umbral se desorganizan. Si consideramos al
yo como un proceso de autoorganización permanente, un sistema abierto,
podemos decir que cuanta más patología, más cerrado
el sistema. El solipsismo es otra de las marcas del narcisismo.
No cabe duda de que uno de los principales problema que afecta a las sociedades
desarrolladas es la violencia sexual, es decir, la pedofilia, lo que se
ha dado en llamar “violencia de género” y otras variedades
de la imposición de un ser humano sobre otro por razones sexuales.
El libro que estamos comentando recoge una variada gama de casos y datos
que vienen a confirmar que hay tanto mujeres como hombres oprimidos por
razones sexuales. Por citar un solo caso mencionaré la investigación
realizada por el FBI basándose en la prueba de ADN que vino a demostrar
que una de cada tres acusaciones de violación es falsa lo que significa
que hay muchos miles de hombres pudriéndose en las cárceles
por delitos que no cometieron. La solución no consiste en sumar
abusos de uno y otro lado o hacer una especie de campeonato de la vejación
sino en reconocer que los valores etnocéntricos femeninos son tan
destructivos como los valores etnocéntricos masculinos y que, desgraciadamente,
hay muy pocas personas (tanto hombres como mujeres) que hayan alcanzado
los niveles mundicéntricos de la conciencia. La verdadera dialéctica
no es la que tiene lugar entre hombres y mujeres sino entre conciencia
de primer grado y conciencia de segundo grado para lo que necesitamos
valores mundicéntricos tanto masculinos (autonomía integral)
como femeninos (respeto integral).
EL EMPUJE HACIA AMARILLO
Volviendo a la espiral, encontramos que los niveles impares son de impulso
individualista y los pares de relación colectivista. Mientras que
en los aspectos colectivos, verde ha hecho una gran aportación
a la humanidad, parece que el mal meme verde ha condenado la impulsividad
y la asertividad como si fueran restos a superar de azul y naranja. Como
para el “yo sensible” verde cualquier manifestación
de autoridad y jerarquía son formas de opresión, el mal
meme verde sólo puede ver rojo cuando contempla el punto de salida
amarillo. Cuando para salir del ensimismamiento igualitarista verde, amarillo
presenta un tono polémico, el “yo sensible” verde,
para el que las formas lo son todo (la forma es lo que determina si se
es sensible o insensible) reacciona agresivamente.
Como hemos visto cuando hablábamos de “la cultura de la queja”,
durante las tres últimas décadas boomeritis ha proclamado
un aluvión de derechos egocéntricos y etnocéntricos
disociándolos de sus correlativas responsabilidades, ha escindido
autonomía y respeto. El principio femenino se pervierte cuando
en la pareja uno de sus miembros otorga el principio activador al otro
por miedo o pereza de asumir responsabilidades. Eso no es entrega sino
rendición, abandono, sometimiento. Cuando el principio femenino
funciona como parásito que no asume sus errores ni está
dispuesto a aprender de ellos, el resultado es mayor miedo a la vida y
al principio masculino. Miedo a la esclavitud que el propio principio
femenino ha creado. Así es como lo femenino se asocia erróneamente
al desamparo y la inferioridad. (El principio masculino se pervierte cuando
en la pareja uno de sus miembros se desentiende del respeto y se rinde
a un inconsciente masculino sumido en la hostilidad, la brutalidad y la
cólera. Eso no es amor sino sadismo y crueldad. Por eso lo masculino
se confunde con la fuerza bruta y la superioridad. Solo cuando se reconocen
y se comprenden las emociones destructivas se toma conciencia de que son
mecanismos defensivos innecesarios y reacciones automáticas inconscientes
se puede conectar con el poder creativo activador masculino.) Lo que mantiene
lejos de la conciencia integral a verde es el rechazo de cualquier jerarquía
y autoridad de manera que le resulta imposible tolerar la excelencia,
las jerarquías de valor, las visiones de conjunto y todo lo que
huela a separación y autonomía, es decir, interpreta el
amarillo como maligno y arrogante y, en consecuencia, reacciona con violencia.
El “diálogo”, por otra parte, es la respuesta de verde
para solucionar todos los problemas, como si bastara con reunirnos y compartir
de un modo respetuoso y sincero lo que nos ocurre para alcanzar la paz
y la armonía. Sin embargo, sabemos que el diálogo no tiene
nada que ver con los intereses púrpura, rojo, azul o naranja, por
lo que se convierte en una forma “amable” de imponer valores
verdes al resto de la espiral. Por todo ello, por mucho que la cultura
verde insista en que todo el mundo asuma el pluralismo y el multiculturalismo,
mientras siga negando azul y naranja, seguirá amputando una dimensión
fundamental de la espiral e impedirá que el empuje verde transforme
la conciencia de manera que la acción sea más eficaz y rápida,
que requiera menos esfuerzo, que el miedo tienda a desaparecer y el organismo
emane vitalidad, coherencia y armonía, practicando en el mundo
una serena y compasiva sabiduría amarilla.
Recomiendo leer una Teoria de todo de Ken wilber sobre los estadios de conciencia.( soraya Founty) |