La cancion de las personas




Existe una tribu en África, donde la fecha de nacimiento de un niño no se toma como el día en que nació, ni como el momento en que fue concebido sino como el día en que ese niño fue “pensado” por su madre.
Cuando una mujer decide tener un hijo, se sienta sola bajo un árbol y se concentra hasta escuchar la canción del niño que quiere nacer.
Luego de escucharla, regresa con el hombre que será el padre de su hijo y se la enseña. Entonces, cuando hacen el amor con la intención de concebirlo, en algún momento cantan su canción, como una forma de invitarlo a venir.

Cuando la madre está embarazada, enseña la canción del niño a la gente del lugar, para que cuando nazca, las ancianas y quienes estén a su lado, le canten para darle la bienvenida.
A medida que el niño va creciendo, cuando el niño se lastima o cae o cuando hace algo bueno, como forma de honrarlo, la gente de la tribu canta su canción.

Hay otra ocasión en la que la gente de la tribu le canta al niño.
Si en algún momento de su vida, esa persona comete un crimen o un acto socialmente aberrante, se lo llama al centro de la villa y la gente de la comunidad lo rodea. Entonces, le cantan su canción.
La tribu reconoce que la forma de corregir un comportamiento antisocial no es el castigo, sino el amor y la recuperación de la identidad. Cuando uno reconoce su propia canción, no desea ni necesita hacer nada que dañe a otros.
Y así continua durante toda su vida.

Cuando contraen matrimonio, se cantan las canciones juntas.
Y finalmente, cuando esta persona va a morir, todos en la villa cantan su canción, por última vez, para él.



 

LAS EMOCIONES Y LA DIMENSIÓN TRANSPERSONAL




 Uno puede sentirse como una bola de billar separada, entre otras, habitando un espacio, o puede sentirse como una uva, entre otras, formando parte del Gran Racimo.Cada imagen representa un nivel de conciencia y cada uno de ellos produce una respuesta distinta en el universo emocional.



Los místicos afirman que existe una Realidad Suprema y que los seres humanos tenemos la capacidad potencial de tomar contacto con esa dimensión.
Dicha Realidad Suprema adopta diferentes nombres: Dios, La Divinidad, El Creador, La Realidad Última, o según las culturas: Brahmán, Kether, Tao, Allah, Atón, entre otros.
Ken Wilber dice que así como el cuerpo humano produce universalmente pelo y que la mente humana produce universalmente ideas, el espíritu humano produce universalmente intuiciones sobre lo Divino. Y que si bien las diferentes corrientes que lo expresan —hinduismo, judaísmo, cristianismo, budismo, taoísmo o sufismo— guardan muchas diferencias entre sí, sus estructuras profundas, por el contrario, son muy similares cuando no idénticas. Aquello que estas tradiciones tienen en común se refiere precisamente a algo que nos habla de verdades universales, de significados últimos, algo que toca la esencia fundamental de la condición humana.
Dichas coincidencias pueden ser resumidas en siete puntos:

1) El espíritu existe.
2) El espíritu está dentro de nosotros.
3) A pesar de esto, la mayoría de nosotros vivimos en un mundo de separatividad y no nos percatamos de la presencia de ese espíritu interno.
4) Hay una salida para este estado de separatividad ilusoria; hay un camino que conduce a la liberación.
5) Si recorremos ese camino hasta el final llegaremos a un Renacimiento, a un estado de Iluminación, a la experiencia directa del Espíritu interno, a la Libe ración Suprema.
6) Esa experiencia marca el final de la separatividad y el sufrimiento.
7) El final del sufrimiento conduce a una acción social amorosa y compasiva hacia todos los seres sensibles.

Una de las preguntas que surge ante esta clarísima síntesis es: ¿Cómo se percibe al Espíritu en el interior de cada uno?
La descripción conceptual de la experiencia del Espíritu en cada uno es tan sutil como la esencia misma que describe. Por esta razón es que, además de insistir en lo insustituible de la vivencia, cuando los estudiosos del camino espiritual intentan transmitir dicho estado, suelen apelar a leyendas o metáforas que logren evocar en el lector el "aroma" de dicha vivencia.
Siguiendo esta dirección, presentaré "la metáfora de la ola" que resulta ilustrativa para revelar algunos aspectos de la calidad de la presencia del Espíritu en la individualidad.

CONCIENCIA DE OLA    

Si uno se ubica a orillas del mar puede observar cómo cada ola comienza, es decir, cómo se diferencia del resto del mar al cual pertenece, cómo luego crece en tamaño y fuerza, de qué modo alcanza su plenitud, y cómo, al acercarse a la orilla, estalla, se disuelve en espuma y vuelve a confundirse con el mar... mientras otra ola ya ha comenzado el mismo itinerario... Y así una y otra vez...
Imaginemos ahora que esa ola tuviera autoconciencia y que dijera: "Yo soy esta ola".
Su nacimiento ha sido celebrado por su entorno y se relaciona con sus vecinas más cercanas que han nacido en el mismo momento que ella, luego va observándose crecer y puede incluso compararse con otras olas de al lado y ver si es más grande, si es más chica y puede decir: "¡Qué ola fantástica que soy, qué ola maravillosa...!". O: "¡Qué ola pequeña soy! ¡Nadie me va a tener en cuenta...!".
Cuando ve que una ola que tiene adelante ha terminado, se sobrecoge de intenso dolor y en su desgarro exclama: "¡Oh!, ¡se murió mi amiga... con la que recorrimos tanto..., y a la que nunca más volveré a ver!".
En el momento en el que a esta ola le llega su declinación, comienza a experimentar la angustia que le produce su propia muerte: "Yo soy ola, y si dejo de ser ola, dejo de ser... por lo tanto, quiero ser ola la mayor cantidad de tiempo posible... me reconozco en mi condición de ola y todo lo que amenace mi condición de ola es una amenaza fundamental para mi ser".
Para una conciencia humana el recorrido de una ola transcurre en menos de un minuto, pero para esta hipotética conciencia es toda una vida; por lo tanto equivaldría a lo que vivimos en setenta u ochenta años.

CONCIENCIA DE AGUA    

Imaginemos ahora que esta conciencia de ola, después de haber experimentado la angustia de su       muerte y la celebración de su nacimiento miles de millones de veces, experimentara una expansión de su conciencia que le permitiera un buen día decir: "¡Caramba! En realidad lo que yo soy es agua. Lo que constituye mi ser esencial es ser agua, y mi condición de ola es una forma temporaria que mi ser agua tiene de manifestarse... Por lo tanto cuando yo termine como ola, lo que termina no es mi ser esencial, sino una forma..!'.
Cuando esa conciencia registra su condición de agua se ha conectado con un rasgo de su ser que está más allá de su nacimiento y muerte como ola. "Ha tomado contacto con el Espíritu en ella."
Imaginemos ahora cómo viviría su existencia de ola una vez que desarrolló conciencia de agua: Podría vivir cada momento de su devenir ola sin angustia pues sabría que su ser esencial no está comprometido en esas vicisitudes. Cuando viera cesar a una vecina estrellándose "prematuramente" contra unas rocas antes de llegar a la orilla, o cuando ella misma experimentara su propia muerte, podría acompañar con más serenidad tales sucesos sabiendo que lo que cesa es sólo una forma temporaria.

LA DIMENSIÓN HUMANA    

Esta expansión de la conciencia es lo que las Tradiciones Espirituales describen como Iluminación, Renacimiento o Liberación Suprema.
Cuando el ser humano alcanza este estado ha trascendido la identificación con su forma particular y se ha conectado con aquello de sí mismo que está más allá de su nombre y apellido, más allá del nacimiento y la muerte.
El Zen ha denominado Satori a este estado.
Ram Dass relata que cuando Ramana Maharishi estaba por morir, sus discípulos estaban desesperados y él les decía: "¡No es para tanto!... Sólo me estoy muriendo... ¡Es como si vendiera mi auto!... no hagan tanto alboroto... Sólo me estoy muriendo..."
A pesar de lo obvio, vale la pena destacar el "sólo me estoy muriendo...".
Existe otra hermosa leyenda que alude al mismo punto. En épocas del Gengis Khan, un militar conquistador arrasa un pueblo, y todo el mundo estaba atemorizado por su crueldad. Sus lugartenientes le dicen: "El pueblo está a tus pies... Todos están sometidos... La ciudad es tuya... pero, en un templo budista, todos huyeron menos un monje que ha permanecido en su lugar". El militar se enfurece ante tal desafío y se dirige al templo inmediatamente. Abre la puerta de un empellón y se encuentra con este monje, parado, en el centro del recinto. Se planta enfrente de él y le dice, con toda su ira: "¿Tú no sabes quién soy yo? Yo puedo sacar mi espada y atravesarte el vientre sin siquiera pestañear un ojo!".
Y el monje, manteniendo la calma, le responde: "¿Y tú no sabes quién soy yo? Yo puedo observar cómo tú sacas tu espada y atraviesas mi vientre con ella sin siquiera pestañear un ojo...".
El militar, luego de escucharlo, inclinó su cabeza y se retiró del lugar.
Tanto Maharishi como el monje habían afincado su identidad en ese espacio que está más allá del nacimiento y la muerte. En términos de la metáfora, habían alcanzado "conciencia de agua".
Este nivel, en la dimensión humana, se presenta como la conciencia testigo, que observa desde su "condición de agua" las vicisitudes de "la ola" que, en otro plano, también es, pero sabiendo que su identidad no se agota en ella.
  
Desde este estadio de "conciencia de agua" surgen observaciones tales como: "Ustedes son partes de la Unidad y como tales son indestructibles..."o "La muerte no podrá matarlos, el dolor no podrá herirlos, la enfermedad no podrá enfermarlos, los años no los envejecerán. El miedo no podrá tocarlos. Bienvenidos a casa...".
Estas afirmaciones están tan distantes de las percepciones que tenemos de nosotros mismos desde nuestra individualidad cotidiana habitual, que parece más el arrullo adormecedor de una fantasía que una realidad existencial cierta.

Para comprender mejor la naturaleza de este universo expandido que se abre, imaginemos qué le diría una ola con conciencia de agua a otra que sólo experimentara conciencia de ola y estuviera atribulada por los temores vinculados a su propia integridad y permanencia. Lo más probable es que le dijera: "No te inquietes, no te asustes tanto, porque si bien tú y tus compañeras han de cesar, ya sea en la orilla o contra alguna roca... lo que terminará es una forma, pues tu ser esencial es ser agua y ese componente fundamental de tu identidad no será en absoluto afectado por aquello que te ocurra como ola. Y no te enemistes ni expulses de tu corazón a ninguna otra ola, pase lo que pase, pues ambas son lo mismo: agua experimentándose como olas..., ya lo comprobarás... ".

LOS NIVELES DE CONCIENCIA Y SU RELACIÓN CON EL UNIVERSO EMOCIONAL    

Hemos presentado dos niveles de conciencia: la conciencia que se percibe aislada, dividida, en estado de separatividad, lo que en la metáfora llamamos "conciencia de ola", y aquella otra que ha percibido al Espíritu en sí, que se reconoce una con la totalidad, que ha alcanzado la Iluminación y que en la metáfora aparecía como "ola con conciencia de agua".
Desde este último plano todas las emociones son vividas de un modo diferente: con más calma y serenidad y sin angustia.
Para expresarlo con más precisión: si bien, por ejemplo, el miedo y el sufrimiento siguen existiendo, quien lo experimenta no se siente dañado por ellos pues sabe que su ser esencial no está amenazado.
Desde la "conciencia de ola", en cambio, el miedo y el sufrimiento se presentan con toda su contundencia. Pero es importante recordar que aun en esta situación es posible y necesario relacionarse con el miedo de un modo eficaz: esto quiere decir reconocerlo como una señal que indica una desproporción entre el peligro que enfrento y los recursos con los que cuento y poner en marcha los mecanismos psicológicos que equilibren dicha desproporción.
Una cosa es que yo no tenga miedo a viajar en auto, solo, de noche, a través del desierto, porque esté en contacto con el componente de mi ser que está más allá de las vicisitudes particulares y pueda decir: "Pase lo que pase, será parte de un proceso global que acepto y necesito recorrer, y que de ninguna manera dañará a mi ser esencial", a que no tenga miedo porque soy mecánico, llevo los repuestos necesarios, y un equipo de radio para comunicarme con la base, en caso de una emergencia imprevista.
En el primer caso estoy actuando desde el nivel de "conciencia de agua" y por lo tanto, no me siento expuesto a peligro significativo alguno, y en el segundo estoy reaccionando desde el nivel de "conciencia de ola" y no experimento miedo porque he equilibrado la magnitud de los riesgos con los recursos que he implementado.
En el ejemplo del viajero se presentan los dos niveles de conciencia en su forma pura, sólo a los efectos de facilitar su comprensión, pero en nuestro estado actual de evolución humana se presentan en forma coexistente y simultánea. Estamos habitual-mente en el nivel de "conciencia de ola", en estado de separatividad y en la medida en que crecemos en nuestro desarrollo espiritual, van apareciendo "flashes" de "conciencia de agua", de la percepción del Espíritu en uno mismo. Las dos coexisten y resulta muy útil familiarizarse con la presencia de ambas calidades de percepción y reacción, al mismo tiempo. Por esta misma razón es importante recordar una vez más que, cuando desde la perspectiva de "conciencia de ola" experimentemos miedo, hay una tarea psicológica que llevar a cabo: reconocer que el miedo no es el problema sino una señal que indica una desproporción entre el peligro que enfrentamos y los recursos con que contamos para hacerlo. Y tal como lo desarrollamos en La sabiduría de las emociones, es absolutamente necesario y posible aprender a activar los mecanismos psicológicos que equilibren dicha desproporción. Intentar saltear esa tarea apelando a las memorias de "conciencia de agua" es dejar una asignatura pendiente, es dejar de hacerse responsable por "la ola" que también soy y producir un cortocircuito que sólo prenuncia una estrepitosa caída.
Esto sucede cuando se utiliza la meditación como "by pass" para eludir el trabajo emocional. Cuando se apela a la meditación para escapar al conflicto.
En efecto, en los comienzos del proceso en el que 'la ola desarrolla conciencia de agua", es necesario estar atentos, porque el riesgo más frecuente es que dicha ola reaccione ante ese cambio en su identidad diciendo: "Dado que soy agua, ¡qué importa lo que le ocurra a la ola... total, lo esencial es ser agua!".
Cuando esa actitud se manifiesta, tiende a abandonar a las vicisitudes de la ola, es decir, tiende a desentenderse de los conflictos de la individualidad.
Luego, al profundizar su comprensión de la totalidad, desde su condición misma de agua, se ocupa de las eventuales perturbaciones de la ola con la serenidad y la calma que le proporciona el saber que su esencia no está amenazada.
Utiliza entonces su condición de agua, no para abandonar a la ola, sino para reconocerla y asistirla con la amorosa sabiduría que surge de su expandida identidad.
      
Noberto levy .Aprendices del amor.


ACABAR CON LA LUCHA INTERIOR




A todos nos ocurre que hay algún aspecto de nuestra  personalidad o ego que queremos cambiar ... porque nos disgusta porque nos trae consecuencias no deseadas ...porque sencillamente no es lo que se espera de nosotros... En ese rechazo a lo que es creamos mecanismos internos para "luchar " contra eso que consideramos nuestro enemigo interior , sin saber que ese deseo de cambio  y el modo de hacerlo es ignorante , ineficaz y destructivo para la persona. Es sencillo darte cuenta de cuantos años llevas luchando contra eso y aún sigue alli .... y tú cada día más derrotado y cansanda .¿ no es cierto?
 

El gran aprendizaje por excelencia es cambiar radicalmente esa manera de utilizar nuestra energía interior .Hay un modo mucho más eficaz y resolutivo.
Así todo conflicto interior tiene dos partes  ambas polares, es decir situadas en ambos polos de un continuo y en continuo enfrentamiento .
Cuando uno explora ambas partes se da cuenta de que ambas buscan lo mismo ... en general felicidad y bienestar para la persona pero lo hacen de modos muy distintos incluso conforntados y perjudiciales para esta.
Imaginate que tuvieras que coger un papel con ambas manos ... si una de ellas pegara a la otra y viceversa , ¿crees que podrías? La respuesta es que no , incluso si lo lograras el resultado dejaría mucho que desear ...De hecho estarás de acuerdo con que ambas manos son valiosas y deben actuar juntas para logar el fin :tu bienestar
A nivel psicológico ocurre exactamente lo mismo : nuestras partes pierden energía en un enfrentamiento sin fin donde el resultado es la autoestima dañada de la persona.

Si dirigimos bien la energía podemos aprender a resolver estos conflictos y a crearnos una mente mucho más feliz .Nuestro  metabolismo psicologico cambia y la energía amorosa se dirige hacia la curación y la autorrealización.


Ésta es una potencialidad que todos albergamos, que pocos ejercemos, que requiere un trabajo ponerla en marcha, y que, como todo aprendizaje, requiere dedicación. Pero se puede.


   La Psicoterapia Transpersonal te proporciona herramientas concretas para el cambio y la superación de tus conflictos y desafíos, potenciando una actitud optimista y positiva hacia ti mismo/a y hacia la vida.

Durante el proceso descubres tus fortalezas latentes, construyes sobre tus áreas poco desarrolladas o más débiles, amplias tus horizontes y observas como haciendo pequeños cambios puedes aumentar tu estado de bienestar.

Lo que realmente resuelve tus problemas son el crecimiento personal y la expansión del saber y de la consciencia-

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Soraya Founty
Psicóloga colegiada 0-1860 P
Abrazo hondo. 

¿Existe pareja sin deseo?

 

¿Qué papel tiene la sexualidad en la relación de pareja? ¿Es siempre imprescindible para que esta se sostenga? ¿Cómo va evolucionando la sexualidad a lo largo de la vida de la pareja?


La pareja aunque en su raíz se constituye desde la atracción sexual y el erotismo, se sostiene también en la ausencia de la sexualidad cuando el proyecto y las afinidades son profundas. El hecho de que para muchas parejas la atracción sexual haya sido requisito clave en el kit de partida, no quiere decir que una pareja no se sostenga sin dicha práctica.

De hecho, ¿cuántas parejas hace años constituidas no sienten casi deseo sexual entre ellas, y sin embargo su vinculación es sana y creativa?

¿Qué factor hace posible el deseo? ¿A qué se debe qué nos atraiga una persona y no otra? ¿Somos del todo conscientes de la causa por la que quien hoy nos atrae, no nos movilice ni nos encienda mañana?

Tal vez todos nos hemos hecho alguna vez esta pregunta y hemos sentido que no teníamos una respuesta satisfactoria. De hecho resulta muy afinado saber de verdad a qué objetivo responde la atracción hacia otra persona. En realidad lo que creemos que es biológico o cuestión de química, encierre causas sumergidas que alcanzan incluso la dimensión sistémica. Y asimismo lo que hoy parece calmar la sed de una carencia acumulada, tal vez cuando esta se sacia, la unión deja de tener sentido y el otro se desprende sin dejar gran huella.

¿Controlamos el deseo? ¿Podemos desear por el puro deseo de desear? ¿Deseamos tan solo aquello que satisface el objetivo que subyace en nuestro propósito de vida?



Al parecer el deseo nace de un fondo irracional que resulta quimérico alinearlo con nuestras propias “conveniencias”. De lo contrario nos atraerían tan sólo las personas que conviniesen a los intereses familiares, sociales y económicos de nuestra existencia. Y eso no es así. En realidad el deseo se muestra a veces ajeno a lo que parece interesar a las partes que más convienen a la salud de nuestra vida profesional y de pareja. Y aunque los seres que en nuestra trayectoria nos han atraído tengan algunos rasgos comunes, no está garantizado que de pronto el dragón no despertará, enfrentándonos a situaciones insospechadas.

Es por ello que el hecho de basar en el deseo la supervivencia de la unión con quien tenemos un proyecto y contacto bien cercano con el alma, supone un error que a menudo bien caro se paga. Lo que vincula a una pareja no es necesariamente el grado de deseo que se tenga para acostarse con ella, sino el sustrato transgenital y afectivo que aunque parezca increíble se manifiesta en el “tocarse” muchas veces al día. Suficientes estadísticas confirman que tan “inocente” contacto, resulta todavía más vinculante que el hecho de mantener relaciones sexuales con frecuencia.

El cuerpo sabe lo que queremos y no nos engaña. Bien sabemos que por más sexualizada que esté nuestra existencia, el mensaje del cuerpo no se limitará tan solo al deseo genital, sino a múltiples corrientes de empatía, cariño y bienestar que cuando son bien gestionadas, pueden convertirse en baterías de fuerza para las neuronas de nuestra alma.

En realidad, más allá del ámbito del sexo en su dimensión biológica, están las enormes posibilidades de comunicación y enfoque que el erotismo optimizado conlleva. La relación erótica va más lejos que un adictivo genitocentrismo que sin restarle valor, no garantiza la recarga de baterías ni el despliegue de la inteligencia cardíaca. Podría decirse que el erotismo puede incluir a la sexualidad genital, pero en la gestión de su refinada oleada, no cuenta necesariamente con ella.

En resumen, la amistad, la admiración y el profundo amor que brota entre los miembros de la pareja consciente, no es un vínculo descafeinado que dejó atrás aquel “café cargado” de furor y hormonas. La pareja evoluciona y pasa por etapas que atraviesan la pasión, la amistad y una fraterna danza de almas. Un danza que puede dejar pequeños los tiempos del romance en los que se escondía el deseo de una ansiosa cópula. En realidad los miembros de la pareja evolucionaria gestionan sus deseos de forma inteligente, sin cargar a su pareja con la responsabilidad de cubrir todas sus necesidades temporales y sus tendencias.

En realidad si observamos que tenemos deseos legítimos que deben ser satisfechos, y ante los que nuestra pareja puede hacer muy poco o nada, tengamos el coraje de gestionarlos con coherencia estableciendo nuevos acuerdos con nuestra pareja.

¿Acaso vamos a culpabilizar a la pareja de no satisfacer todas las ondulaciones posibles de nuestra sexualidad? ¿Será mejor pareja aquella que nos desee con mayor frecuencia? ¿Y qué hacer si funciona la convivencia a las mil maravillas, y sin embargo poco o nada funciona en la cama? ¿Y si es al revés, es decir, en la cama muchos colores, y sin embargo enfrentamos un desastre en la vida cotidiana?

La vieja cultura expresaba la teoría del “tres en uno”, es decir que cada miembro de la pareja debía garantizar al otro, satisfacción plena en lo físico, emocional y mental, y además “de por vida”. Sin embargo las cosas no siempre son así de apasionantes y redondas. El vertiginoso progreso de la humanidad, conlleva cambios psicológicos, hormonales y neurológicos que rompen los viejos moldes de aquella idealizada pareja. Ante esta revolución de costumbres convendrá vaciarse de aquellos prejuicios que traten de perpetuar lo que para muchos ya no funciona.

La sexualidad evoluciona como evoluciona la vida de la persona. Se madura desde la cantidad a la calidad, y de las superficies a las profundidades del alma. Hay cada vez más necesidad de liberarnos de ideas e ideales, y bailar en las afinidades más diversas y aparentemente contradictorias.

Convendrá indagar en las raíces de nuestro deseo, y comprobar cómo afecta a éste la negación, la mentira y otros factores de la propia incoherencia que primero comienzan en la mente y más tarde, van bajando a la base de nuestra realidad biológica. Tal vez si vigilamos el propósito y aceptamos lo que también somos en nuestra dimensión reptiliana, nos haremos cómplices sutiles del destino que tan a menudo escribe recto con líneas torcidas.


Por José María Doria


Publicado en Claves de Amor y Relaciones el 23 de diciembre de 2013

Soltar lo viejo


Desapego es soltar lo viejo sin que lo nuevo no haya llegado aún.
Nisargadatta


Nos encontramos en crisis cuando sentimos caducados nuestros modelos mentales y todavía no tenemos claro cómo serán los nuevos. El programa de pensamiento que hace años resolvió nuestra vida y que, incluso, fue bienvenido en su instalación y puesta en marcha, también tiene su momento de caducidad y decadencia. Cuando un modelo de vida llega a su declive, comenzamos a experimentar un “vivir de manera plana”, sin el chispazo de creatividad y sin ese sentir de que todo encaja. Atravesar este espacio de tránsito entre el final de lo viejo y el comienzo de lo nuevo, es tarea delicada. Son momentos de confusión que, a menudo, remueven emociones dolorosas, antiguas y tapadas. Y sucede que ante la muerte del viejo programa y la emergencia de lo nuevo, lo que realmente alumbra el túnel de acceso, es poner conciencia y respirar el dolor almacenado de las viejas sombras que enturbian nuestra calma.

En tales momentos, soltar es una idea clave. Dejar partir y caminar muy atentos por el filo de la navaja. Son tiempos en los que el cada día tan sólo da oxígeno para el momento inmediato y para resolver las pequeñas cosas. Sucede que tan sólo el hecho de darse cuenta de lo que pasa, ofrece claves para acelerar agonías y levantar la cortina de unas pupilas que todavía tenemos medio cerradas. Son tiempos de avanzar casi a oscuras, atentos a cada paso que, por pequeño que sea, disuelve ansiedades y pincha memorias virtuales y pasadas.

La libertad, tal vez, no está en romper relaciones con ésta o aquélla persona que nos incomoda. La libertad comienza por soltar dentro de uno mismo, y más tarde, cuando logramos que la conducta de dicha persona no nos afecte, todo cambia, ella sola se retira, se muere o simplemente la trasladan a otra tierra. La naturaleza es sabia y cuando toca renovar las hojas del otoño, soplan suaves brisas que las separan de las ramas. La vida entonces se renueva y la mirada se ensancha. Para desapegar los hilos dependientes que un día hemos tejido con otras personas y convertirlos en relación independiente y sana, pasaremos por soltar dependencias y fluir por al abismo del presente, atestiguando lo que pasa.

La libertad comienza por observar a la mente que piensa, experimentando que el veedor no es lo visto y que la identidad Real del sí mismo no es la mente que piensa, sino más bien la consciencia que la observa. El ojo no se ve a sí mismo, y si el yo es capaz de darse cuenta del pensamiento, es que el pensamiento no es el yo, sino del yo, de la misma forma que pueda ser “mi” chaqueta. Para despegarnos de la mente egoica, primero hay que abrir ese Ojo que ve el propio discurrir de las ideas y atestiguar el proceso que éstas siguen cuando brotan y se asocian.

Como dijo el sabio: Ábranse a lo nuevo, amigos, y detengan las suposiciones que, en realidad, no son más que memorias pasadas. Tal vez nos aguardan experiencias que creíamos deseables pero todavía imposibles, vivencias que para llegar, tan sólo requieren que ustedes se suelten y se abran. Permitan entrar al destino que, cada día, co-creamos con nuestros pensamientos e intuiciones maravillosas. Déjense abrazar por El Espíritu, y hoy, en algún minuto de la jornada, levanten el corazón al cielo y respiren esperanza.

En realidad, lo viejo se desprende mientras lo nuevo avanza. La eternidad aguarda para hacernos libres del tiempo, para recobrar la Unidad perdida y observar la sonrisa del alma.
José María Doria
 

DOCUMENTAL MUNDOS INTERNOS, MUNDOS EXTERNOS



Existe un campo vibratorio que conecta todas las cosas.
Se le ha denominado Akasha, el OM primordial, la red de Joyas de Indra, la música de las esferas y miles de otros nombres a través de la historia.
Los antiguos maestros védicos enseñaban Nada Brahma: el universo es vibración.
El campo vibratorio está en la raíz de todas las experiencias espirituales verdaderas y de las investigaciones científicas.
Es el mismo campo de energía que santos, budas, yoguis, místicos, chamanes, sacerdotes y videntes han observado al observar en su interior.
Muchos de los pensadores monumentales de la historia, como Pitágoras, Keppler, Leonardo Da Vinci, Einstein, y Tesla, han llegado al umbral del misterio.
En la sociedad moderna, la mayoría de la humanidad ha olvidado esta sabiduría antigua.
Hemos incursionado demasiado lejos dentro del campo del pensamiento, aquello que percibimos como el mundo externo de la forma.
Hemos perdido la conexión con nuestros mundos internos.
Este equilibrio que el Buda llamaba "El camino intermedio" y Aristóteles "El justo medio", es el derecho inalienable de todo ser humano.
Es la raíz común de todas las religiones y el enlace entre nuestros mundos internos y externos.