LA ACEPTACIÓN PROFUNDA

 

Así que cuando hablo de aceptación, lo hago desde un punto de vista diferente, tal vez, a como estuvimos acostumbrados a utilizar la palabra. Entonces, aceptación no se trata de yo (llevando a cabo) la aceptación: “tengo que aceptar este momento, tengo que aceptar mi miedo o tengo que aceptar este dolor”. Se podría decir que en un nivel mucho más profundo, ese océano que eres ya ha aceptado o permitido desde un principio esas olas. Cualquier ola que surja en el océano de ti ha sido, en cierto modo, ya aceptada. Ya ha sido aceptada porque está apareciendo, porque está aquí. Entonces, si está apareciendo un pensamiento, significa a nivel más profundo, que el océano que eres, ya aceptó ese pensamiento.

Si hay una sensación apareciendo en este momento, significa que el océano que ya eres está aceptando esa sensación. Está permitiendo ese sentimiento. Está permitiendo esta tristeza. Está permitiendo este dolor. Está permitiendo esta alegría. Si está surgiendo una ola en ti, significa, básicamente, que aquello que tú eres le ha dado el Si en cierto sentido. Y en cierto sentido, lo que tú eres ha dicho Si a este momento, exactamente como es. Así que esos pensamientos, esas sensaciones, esos sentimientos, incluso esa duda o esa confusión o ese dolor que aparece en este momento —a un nivel más profundo, lo que tú eres, ya lo está permitiendo, lo que tú eres ya lo está aceptando, lo que eres ya ha dicho que Si a ello. Entonces, aunque a un nivel superficial, algo parezca inaceptable para ti, para la mente, para el pensamiento, tu pensamiento podría decir: “esta tristeza no debería estar aquí” o podría decir, “esto es demasiada tristeza.” O un pensamiento incluso podría decir, “esta tristeza no es suficiente”, porque el pensamiento siempre está comparando y en el fondo, ese océano que eres ya está permitiendo esa tristeza.

Esa tristeza ya ha sido bienvenida en ti, por eso está ahí. Claro, en cierto modo, esto está en contra de nuestro sentido común por como fuimos enseñados y podría parecer, sobre todo cuando se escucha por primera vez, podría parecer una locura o sonar muy confuso. Pero realmente, no es algo que tú crees, es algo que empiezas a notar dentro de tu propia experiencia. Es como cuando la vida se convierte en una meditación constante, y te das cuenta de los pensamientos, de las sensaciones, de los sentimientos y empiezas también a notar a un nivel más profundo, que cualquier cosa que surja en este momento, incluso si se trata de algo muy intenso, que básicamente no es tu enemigo.

Pienso que este es el punto más importante, que si la tristeza está surgiendo en ti, aunque sea demasiado intensa, no se trata de un enemigo. Ninguna ola puede estar en contra del océano. Eso ya ha sido aceptado en ti. Entonces, lo que diría es que la vida es esa constante invitación a recordar esta naturaleza ya aceptada de experiencia presente. Así es como vemos que la aceptación no es algo que tú haces. No se trata de “ya acepté este momento” o “no acepto este momento”. Es notar a un nivel más profundo que este momento ya ha sido aceptado. A eso es a lo que me refiero cuando hablo de aceptación profunda. Es una aceptación que va más allá del “yo acepto” y del “yo no acepto”.

En cierto modo, es rendirse completamente a la vida. Es una total rendición. Es como reconocer tu total humildad ante la vida. Pero no es un sitio de impotencia ni pasividad. Diría yo que es completamente lo opuesto, porque se trata de descubrir ese “Si” de la vida que incluye todo. Es un “Si” a cada momento, pero no como algo por lo que tienes que luchar para lograr. No se trata de luchar para lograr decir “Si”, porque eso resultaría muy cansado, pienso, tratar de aceptar este momento aunque el momento sea muy difícil. Tratamos y tratamos y tratamos de aceptarlo. Puede resultar exhaustivo, tratar de aceptar este momento.

Pero incluso ese estar exhausto es parte de la invitación, darte cuenta, darte por vencido en ese intento de aceptar e identificar que en el fondo este momento ya fue permitido. Esos pensamientos, esas sensaciones, esos sentimientos, esas olas de experiencia ya han llegado, entonces, es demasiado tarde como para luchar contra ellos. Es demasiado tarde para aceptarlos y es ya demasiado tarde para evitarlos porque ya están aquí.



Transcripción de una entrevista con Jeff Foster, Noviembre de 2012
Traducción de Tarsila Murguia
Fuente: http://www.advaitainfo.com/entrevistas/jeff-foster-2012a.html
Documento completo de la entrevista en pdf

LA PEQUEÑA LUCIÉRNAGA

 


 Había una vez una comunidad de luciérnagas que habitaba el interior de un gigantesco lampati, uno de los árboles más majestuosos y antiguos de Tailandia. Cada noche, cuando todo se volvía oscuro y apenas se escuchaba ...el leve murmurar de un cercano río, todas las luciérnagas salían del árbol para mostrar al mundo sus maravillosos destellos. Jugaban a hacer figuras con sus luces, bailando al son de una música inventada para crear un sinfín de centelleos luminosos más resplandeciente que cualquier espectáculo de fuegos artificiales.

Pero entre todas las luciérnagas del lampati había una muy pequeñita a la que no le gustaba salir a volar.

- No, hoy tampoco quiero salir a volar -decía todos los días la pequeña luciérnaga-. Id vosotros que yo estoy muy bien aquí en casita.

Tanto sus padres como sus abuelos, hermanos y amigos esperaban con ilusión la llegada del anochecer para salir de casa y brillar en la oscuridad. Se divertían tanto que no comprendían por qué la pequeña luciérnaga no les quería acompañar. Le insistían una y otra vez, pero no había manera de convencerla. La pequeña luciérnaga siempre se negaba.

-¡Que no quiero salir afuera! -repetía una y otra vez-. ¡Mira que sois pesados!
Toda la colonia de luciérnagas estaba muy preocupada por su pequeña compañera.
-Tenemos que hacer algo -se quejaba su madre-. No puede ser que siempre se quede sola en casa sin salir con nosotros.

-No te preocupes, mujer -la consolaba el padre-. Ya verás como cualquier día de estos sale a volar con nosotros.

Pero los días pasaban y pasaban y la pequeña luciérnaga seguía encerrada en su cuarto.

Una noche, cuando todas las luciérnagas habían salido a volar, la abuela de la pequeña se le acercó y le preguntó con mucha delicadeza:
-¿Qué es lo que ocurre, mi pequeña? ¿Por qué no quieres venir nunca con nosotros a brillar en la oscuridad?

-Es que no me gusta volar-, respondió la pequeña luciérnaga.
-Pero, ¿por qué no te gusta volar ni mostrar tu maravillosa luz? -insistió la abuela luciérnaga.

-Pues… -explicó al fin la pequeña luciérnaga-. Es que para qué voy a salir si nunca podré brillar tanto como la luna. La luna es grande, y muy brillante, y yo a su lado no soy nada. Soy tan diminuta que en comparación parezco una simple chispita. Por eso siempre me quedo en casa, porque nunca podré brillar tanto como la luna.

La abuela había escuchado con atención las razones de su nieta, y le contestó:
-¡Ay, mi niña! hay una cosa de la luna que debería saber y, visto lo visto, desconoces. Si al menos salieras de vez en cuando, lo habrías descubierto, pero como siempre te quedas en el árbol, pues no lo sabes.

-¿Qué es lo que he de saber y no sé? -preguntó con impaciencia la pequeña luciérnaga.
-Tienes que saber que la luna no tiene la misma luz todas las noches -le contestó la abuela-. La luna es tan variable que cada día es diferente. Hay días en los que es grande y majestuosa como una pelota, y brilla sin cesar en el cielo. Pero hay otros días en los que se esconde, su brillo desaparece y el mundo se queda completamente a oscuras.

-¿De veras hay noches en las que la luna no sale? -preguntó sorprendida la pequeña luciérnaga.

-Así es -le confirmó la abuela. La luna es muy cambiante. A veces crece y a veces se hace pequeñita. Hay noches en las que es grande y roja y otras en las que desaparece detrás de las nubes. En cambio tú, mi niña, siempre brillarás con la misma fuerza y siempre lo harás con tu propia luz.

La pequeña luciérnaga estaba asombrada ante tal descubrimiento. Nunca se había imaginado que la luna pudiese cambiar y que brillase o se escondiese según los días.

Y a partir de aquel día, la pequeña luciérnaga decidió salir a volar y a bailar con su familia y sus amigos. Así fue como nuestra pequeña amiguita aprendió que cada uno tiene sus cualidades y por tanto, cada uno debe brillar con su propia luz.
 
 

VIVIR COMO LAS FLORES



Maestro, ¿qué debo hacer para no quedarme molesto? Algunas personas hablan demasiado, otras son ignorantes. Algunas son indiferente s. Siento odio por aquellas que son mentirosas y sufro con aquellas que calumnian.

-... ¡Pues, vive como las flores! Advirtió el maestro.

- Y ¿cómo es vivir como las flores? Preguntó el discípulo.

- Pon atención a esas flores -continuó el maestro, señalando unos lirios que crecían en el jardín. Ellas nacen en el estiércol, sin embargo son puras y perfumadas. Extraen del abono maloliente todo aquello que les es útil y saludable, pero no permiten que lo agrio de la tierra manche la frescura de sus pétalos. Es justo angustiarse con las propias culpas, pero no es sabio permitir que los vicios de los demás te incomoden. Los defectos de ellos son de ellos y no tuyos. Y si no son suyos, no hay motivo para molestarse. Ejercita pues, la virtud de rechazar todo el mal que viene desde afuera.

Esto, es vivir como las flores.

(DESCONOCIDO)