La profunda aceptación de la vida... ¡sabiendo cuándo decir "no"!

Jeff Foster


Hoy quiero hablar acerca de un asunto que parece ser mal interpretado dentro de la "comunidad espiritual".

Si nos aceptamos plenamente tal y como somos, y aceptamos profundamente todas las situaciones tal y como se presentan y aceptamos completamente a los demás tal y como son, ¿significa que debamos siempre decir "sí" a todo y a todos, incluso si ese "sí" genera más violencia? ¿Significa que deberíamos volvernos pasivos y permitir que otros "nos pasen por encima", por decirlo de alguna manera? ¿El que "todo esté bien", significa que debamos perder nuestro poder de discriminación?

Por supuesto que no. La profunda aceptación es tan vasta que abraza tanto el "sí" como el "no" de la vida.

Por ejemplo, si alguien te golpea cada noche, ¿sería inteligente, sabio, bondadoso, en todo el sentido que estas palabras encierran seguir permitiéndolo; decir "sí", ya sea explícita o implícitamente, cuando en tus entrañas sientes un "no" —independientemente del amor que sientas por la otra persona?

Decir "no" a la violencia, al abuso o a cualquier aspecto que en el fondo de tu corazón no lo sientas adecuado, no es lo mismo que decir "no" a la vida en sí. Decir "no" no es necesariamente resistirse a la vida. Esto es tan, pero tan importante que lo entendamos.

¿Cuántas veces decimos "sí" cuando realmente queremos decir "no", y viceversa? Si realmente deseamos decir "no", si el "no" es nuestra verdad más profunda, entonces, decir "sí" se convierte en una mentira, en el momento, ya que esto deshonra la verdad vibrante de la vida, esa vida que se mueve dentro de ti, a través de ti, como tú mismo. Ese pobre e insignificante "no" sólo requiere un poco de atención bondadosa...

A menudo decimos un "sí" debido a que tenemos el interés de mantener alguna imagen acerca de nosotros mismos. Nos gusta ser percibidos como amables, como compasivos, como aquellos que siempre dicen si; como los positivos, como los despiertos, o tal vez como aquellos que son capaces de aceptarlo todo sin importar de qué se trate. No queremos dar la imagen de "negativos" o una especie de aguafiestas. ¡Qué carga más grande tratar de fingir que somos todo eso! Esta enseñanza no es acerca de crearte nuevas imágenes. Es más bien acerca de liberarte de toda imagen.

¿Si algún insecto mortal viene a devorar tu piel, sería prudente tomar las medidas necesarias para echarlo fuera? Al quitar este insecto en particular de tu piel, no estás diciendo "no" a la existencia de insectos mortíferos. No le estás diciendo "no" a la vida como tal. No estás en guerra con el insecto. No sientes ningún odio. No es tu enemigo mortal. Es la vida misma, tal y como tú lo eres. Visto desde este ángulo, visto a través de los ojos universales, aunque estés eliminando este insecto, estarás realmente afirmando la vida, no resistiéndola. Estás afirmando lo sagrado y lo misterioso de ella. Estás diciendo sí a la vida en todas sus manifestaciones —incluyendo a la manifestación en que se está eliminando un insecto de la piel humana (tan amorosamente como sea posible, ¡espero!). Pretender que aceptas el insecto, pretender que tienes un "sí" para ser comido vivo cuando un "no" también es un movimiento válido de la vida, no parece tan honesto ni tan inteligente.

Por supuesto que nadie podría decirte si un "sí" o un "no" es adecuado para ti en cada momento. Este pleno "sí" o "no" es algo que debemos encontrar por nosotros mismos. Tal vez algunos de nosotros tengamos la capacidad de tolerar insectos mortales más que otros. No lo sé. Pero eso es otro asunto. La profunda aceptación que ya eres es tan vasta tanto para un "no" como para un "sí" en cada momento. Ambos movimientos son aceptados por el incondicional, eterno SÍ que tú eres. Ese es el SÍ que realmente estamos buscando —el SÍ que no tiene opuesto.

Entonces no se trata de convertirse en una "persona que acepta profundamente", o en "alguien que nunca dice no". No se trata de mantener una imagen espiritual. Se trata de que recuerdes aquello que eres, más allá de una imagen, más allá de todas las imágenes —la vida misma. Y se trata de honrar esta vida que ya eres, que ya somos todos. Y a veces, honrar la vida se expresa a través de un firme, amoroso e inteligente "no".

Un "no" expresado con claridad y honestidad, sin odio, sin violencia, sin apego a ningún resultado, sin tratar de mantener una imagen personal, es realmente un gran SÍ a la vida. Hace algunos días tuve la necesidad de eliminar a alguien de mi página de Facebook, alguien que había estado abusando de otros miembros por meses, llamándoles "enfermos mentales" y algunas otras cosas y quien hizo caso omiso de todas mis advertencias justas y a mis ofrecimientos de ayuda. Este es un buen ejemplo de un "no" proveniente de un profundo SÍ. Esta persona se encontraba claramente con un gran dolor psicológico, sin embargo, no estaba interesado en ningún tipo de ayuda, viéndose a sí mismo por encima de los demás. El hecho de eliminarlo no era un "no" a él, o un "no" a la vida. No se trataba de rechazarlo a él, tampoco de juzgarlo como un ser vivo, respirando sufrimiento. Fue más bien un ejemplo de "sí" a la vida disfrazado de un claro "no" a esa conducta en particular, dentro de ese contexto, en un momento también muy particular. No hubo ninguna violencia, tampoco ninguna clase de amargura. Se trató de una aceptación profunda moviéndose tan sólo como una preferencia —la preferencia de todos los miembros de esa página de no abusar los unos de los otros de manera repetitiva, incluso después de haber hecho las advertencias pertinentes— y que el resultado del abuso continuo terminaría con la pérdida de su privilegio para participar. Los límites eran claros, el "no" estaba claro, y en realidad, ese "no" era un "sí" a la vida, un "sí" a esta página de Facebook y a todos sus usuarios, y un "sí" al regreso de esta persona cuando se sienta listo para decir también "sí" a todo. ¡Por supuesto que tal vez él no lo vea así en este momento! y eso también lo puedo entender. Todo se da en su exacto lugar y tiempo.

La profunda aceptación de las cosas tal y como son, es totalmente compatible con una acción o expresión honesta e inteligente y es también honrar profundamente las preferencias conforme van surgiendo. Las preferencias no son necesariamente juicios, no están para nada " en contra" de la vida. El "no" a una circunstancia en particular es abrazado por la vastedad del SÍ cósmico que somos.

Así que prestémosle nuestra bondadosa atención a esa pobre y descuidada ola del "no" cada vez que aparezca, mientras descansamos en ese profundo abrazo oceánico del SÍ, siempre disponible.




[ Traducción de Tarsila Murguia ] Fuente: Jeff Foster - Life without a centre


La puerta del amor se llama libertad


Es muy frecuente pensar que la libertad tan solo aparece cuando se da una ausencia de reglas, cuando en realidad la libertad como estado de conciencia por su profunda conexión con la coherencia cardíaca, aparece entre las reglas asumidas y a pesar de ellas.

El amor es un estado de consciencia profundo, y bien sabemos que, aunque llamamos amor a las exaltaciones de los deseos y a toda la gama de sentimientos que nacen en torno a la admiración y la belleza, no es ese amor precisamente el que buscamos. En realidad, el camino del ser humano por la vida es un laberinto hacia el sí mismo primordial que se recorre de forma más nutritiva cuando se puede compartir desde el amoroso compromiso con los valores emanados de la Esencia.

El decadente patriarcado actual vive en el despiste, un despiste economicista y competitivo, en el que la violencia, el miedo y el dominio jerárquico se han hecho con el paradigma oficial. Muchos hombres y mujeres sienten que tiene que haber otro mundo. Un mundo en dónde la cooperación, el respeto y la compasión dinamicen la economía, la política y la educación, conformando una actitud creativa, plena de inteligencia cardíaca.

El cambio de paradigma sucede de dentro afuera y comienza por hacer en nosotros, aquello que admiramos en nuestras más íntimas utopías. Bien sabemos que nuestro deseo de ver un mundo mejor, tan sólo será posible si comenzamos por ordenar y clarificar desde la veracidad nuestro pequeño mundo afectivo de pareja y familia. Desde ahí, desde el pequeño orden de nuestra vida cotidiana, estaremos en condiciones de que cosas más grandes nos vengan a buscar para que las realicemos.

Una vez confrontado y reorientado nuestro pequeño territorio y tras revisar los flecos que nos quedan del rancio modelo patriarcal, podemos preguntarnos: ¿Cómo se puede llamar lo que viene como sustituto al milenario Patriarcado?

Y por más que busco un titulo al nuevo paradigma, no se me ocurre otra cosa que proponer del Patriarcado al Cardiarcado.

¿En base a qué? En realidad, el Patriarcado es la consecuencia de la hipertrofia racionalista en detrimento de aspectos ecológicos y afectivos de nuestra profunda humanidad y que la emergente neurología del corazón reúne en integrado sentir.

Actualmente es la vanguardia neurológica de la Humanidad la que otorga al corazón y la consiguiente Coherencia Cardiaca la responsabilidad desde la que construir avenidas de relación profunda con el otro en el seno de un mundo cooperativo y compasivo. Y eso no es otra cosa que Cardiarcado.

En realidad, sólo desde la Inteligencia del corazón, que no es la inteligencia del sentimiento, ni de la emoción, sino de la Esencia y el núcleo del Ser, podremos emitir una música en el mundo que suene afinada y proporcione a la Humanidad unas relaciones auténticas y creativas.

Muchos seres sentimos ya la llegada de un nuevo amanecer en el campo global de una Humanidad que crisis tras crisis se renueva vertiginosa. El Patriarcado cae inexorable en su propio ombligo entrópico, al tiempo que el incipiente Cardiacado surge en el interior de muchos seres que como tú y como yo lo vivimos como pleno de vitalidad sanadora y resonancias con el Misterio de lo Transpersonal.


Por José María Doria


Publicado en Claves de Amor y Relaciones el 27 de febrero de 2014

SILENCIO INTERIOR


Debemos aprender a ser silenciosos. Encontrar el silencio es muy fácil. No hace falta aislarse en una montaña o en un desierto. No hace falta tampoco huir del ruido, ni enfadarse por un ruido desagradable. Basta con hacer el silencio en uno mismo, para inmediatamente encontrar el silencio. El silencio es un compañero eterno.

Acabamos de decir que es preciso aprender a vivir en silencio y ya la posibilidad de una falsa interpretación se erige. Vivir en silencio no quiere decir que tengamos que obligarnos a guardar silencio, que tengamos que imponernos el silencio. Si lo hiciéramos tomaríamos las palabras por realidades, imponiéndonos una severa disciplina que haría de nuestro silencio una forma de crispación y de censura superficial.

No se trata de jugar al silencio ni de hacer un simulacro. Tampoco se trata de encubrir nuestro parloteo y nuestro tumulto interior con el caparazón de una actitud artificial, fruto de un esfuerzo. Debemos encontrar el silencio, Es algo mucho más simple y mucho más profundo. Reprimir o imponerse una continencia no tiene el mínimo interés. Lo que sí que lo tiene es el despertar a la presencia del silencio. El silencio está en nosotros, siempre lo ha estado, eternamente. Debemos tomar conciencia del silencio que perdura detrás del minúsculo y decepcionante torbellino de pensamientos que se entrecruzan y chocan como insectos ciegos. Detrás, justo detrás, inmediatamente perceptible, el sorprendente silencio extiende sus dominios.

Para percibirlo basta con estar atento, con llegar a una forma de atención particular. Debemos escuchar, prestarle oído al silencio. Es muy probable que al principio nuestra pretenciosa cacofonía interior nos lo impida, pero quien busca superarla y escuchar lo que hay detrás, termina por encontrar el silencio. Una especie de declive mental se produce, y el silencio nos es perceptible. Los ruidos del mundo continúan llegando hasta nuestros oídos, pero ya no nos importunan, pues llegado desde mucho más lejos, sentimos cómo el silencio se desparrama en nosotros. Un silencio imperceptible para el oído humano, y que sólo el espíritu puede percibir.

Es entonces cuando, mecidos en este inmenso silencio, adquirimos una nueva mirada: Despertamos. La vida se nos revela en su inefable simplicidad. La existencia reviste un sabor especial acompañado de extrañas resonancias. Tenemos la impresión de que la vida humana no hace sino remover ligeramente la superficie de un silencio sin fondo.

A partir de este momento, toda vez que nos hayamos alejado de nuestra realidad interior perdidos en el torbellino de las apariencias del mundo exterior, sabremos que para poner de nuevo las cosas en su sitio, nos bastará con escuchar el silencio, con llamar y evocar a este compañero eterno. En esta evocación, el mundo exterior deja de ser un infierno de despreocupación acaparadora para convertirse en un Edén. Infierno y Paraíso los crea nuestra mirada. Para quien conoce el silencio y permanece en él, los pensamientos del mundo no tienen poder, resbalan como el agua sobre las plumas del pájaro.

Aprendamos pues a vivir en el silencio. Hagámosle un lugar al silencio en nuestra vida cotidiana, dejemos que se instale en ella este gran instructor. En medio de nuestras actividades, sin interrumpir nada, abramos el oído de nuestro espíritu y, detrás de los ruidos, en ausencia de toda reflexión, escuchemos el silencio...

Pensar en la presencia del silencio es comenzar a percibirlo, pues el pensamiento es una evocación. Una evocación en el sentido mágico del término, llama y provoca la manifestación de lo evocado.

En el silencio, el pensamiento se diluye, y el ser verdadero aparece. ¡Que cada día sea una oportunidad para tomar conciencia de las inmensidades del silencio interior!. Y que así, con los años, se establezca y crezca vuestra intimidad con el silencio. El silencio es el espacio en el que está contenido el conocimiento. Llegados al término de vosotros mismos, sois el silencio y sois el conocimiento.



Fuente : http://www.maieutique.org