La felicidad surge cuando deja de intervenir lo viejo -la memoria, el
pensamiento- y uno deja que surja el momento presente con todo su esplendor.
La felicidad surge del ser consciente y del obrar apropiadamente en la
vida cotidiana. La felicidad no puede buscarse, porque con el mismo “buscar”
aparece el ego... y jamás se ha oído decir que alguien egoísta pueda haber
sido feliz, al menos en los niveles que la vida otorga a quienes permiten
disolver el “yo”.
En un nivel más elemental, la felicidad es una llamada universal de todo
ser humano. Casi todo ser humano quiere por encima de todo alcanzar la
felicidad, pero realmente pocos la consiguen. Da la impresión de que la
felicidad no es de este mundo, como si fuera algo fugaz que circula a nuestro
alrededor, pero que nunca llegará a invadirnos interiormente.
¿Cómo podemos definirla? Podríamos decir que es todo aquel conjunto de
cosas buenas que cualquier ser humano es incapaz de no querer. Pero hay que decir,
antes que nada, que la felicidad es un estado de ánimo, un estado del alma;
es una vivencia personal, subjetiva, interior, que ve la propia vida y siente
de ella una impresión positiva (felicidad) o negativa (infelicidad).
Se siente feliz aquella persona ocupada en desarrollar esa inclinación
natural, que trabaja por llenar su vida de contenido, superando todas las
dificultades que irán surgiendo con el tiempo en el intento de conseguir esa
empresa.
¿Qué cosas son las que pueden hacer feliz al ser humano? ¿El dinero, la
riqueza, el poder, la fama, la gloria, la salud, el bienestar, los distintos
placeres, el verse libre de preocupaciones? La felicidad es siempre una
ilusión, un proyecto incompleto, inacabado, que está siempre haciéndose.
Pero, de una forma concreta, la felicidad descansa sobre dos pilares:
conocerse a sí mismo, por un lado, y tener un proyecto de vida, por otro. Ahí
se esconde la felicidad.
Ser feliz consiste, por tanto, en aquella forma de vida que desarrolla el
mismo ser humano, en la que despliega una personalidad hecha, sólida, firme,
con sello propio, con la cual se siente identificado, a gusto, satisfecho,
tranquilo, en paz interior. Esta es la puerta inicial de entrada para la
felicidad.
Una persona desequilibrada, desajustada, neurótica, inmadura, sin hacer,
será muy difícil que se sienta feliz, porque no se ha encontrado consigo
misma, no ha hallado la clave que le armoniza por dentro y le hace una
conducta adecuada y positiva por fuera.
El proyecto de vida no es otra cosa que anticipar el futuro programándolo
aproximadamente. El proyecto personal debe tener tres ingredientes
esenciales: amor, trabajo y cultura. Estas van a ser las notas fundamentales
que lo definen. Si la felicidad es proyecto, futuro, anticipación, quiere decir
que la felicidad consiste en vivir con ilusiones, en vivir hacia delante, con
esperanza.
El amor es la pieza clave de la felicidad. No hay felicidad sin amor. Por
amor tiene sentido la vida. Nada hay tan grande como el amor. El amor es la
fuerza que nos impulsa a seguir buscando nuevos caminos a recorrer. Pero
existe una gran variedad de estilos y de formas de amar. Desde el amor a la
patria, pasando por el amor a la justicia, al orden, a las antigüedades,
hasta llegar al amor entre un hombre y una mujer o el amor a Dios. Aquí nos
vamos a referir especialmente al amor humano, al que se establece entre dos
personas de distinto sexo.
Según eso, podemos afirmar que el amor es un sentimiento grato, positivo,
goloso, alegre, mediante el cual quedamos prendidos de otra persona con la
que queremos compartir la vida. El amor es así un regalo de la naturaleza,
gracias al cual la vida se ilumina y todo cobra un relieve especial.
El trabajo es algo decisivo en la vida de un ser humano. Nos pasamos la
vida trabajando. No hay felicidad sin amor y sin trabajo, ambos conjugan el
verso «ser feliz». La satisfacción por el trabajo bien hecho, terminado en su
momento, retrata a la persona que lo hace.
Y la cultura es libertad, porque es criterio y saber a qué atenerse.
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¿Qué es la felicidad?
¿Por qué preguntamos "qué es la felicidad"? ¿Es ese el enfoque
correcto? ¿Es la correcta manera de investigar? No somos felices. Si fuéramos
felices, nuestro mundo sería por completo diferente, nuestra civilización,
nuestra cultura, serían total y radicalmente distintas. Somos seres humanos
infelices, triviales, carentes de valor, peleadores, vanos, nos rodeamos de
cosas inútiles, nos satisfacemos con ambiciones mezquinas, con el dinero y la
posición social. Somos seres desdichados, aunque podamos poseer
conocimientos, dinero, casas ricas, muchos hijos, automóviles, experiencia.
Somos seres humanos tristes, sufrientes, y debido a que sufrimos, deseamos la
felicidad; y así nos dejamos arrastrar por aquellos que nos prometen esa
felicidad, social, económica o espiritual.
¿De que sirve, cuando estamos sufriendo, preguntar de qué sirve la
felicidad? ¿Podemos comprender el sufrimiento? Ése es nuestro problema, no
cómo ser felices. Somos felices cuando no estamos sufriendo: debemos, pues,
comprender qué es el sufrimiento. Pero, ¿Podemos comprender qué es el sufrimiento
cuando una parte de nuestra mente está escapando en la búsqueda de la
felicidad, de una salida para la desdicha? (1)
Felicidad, satisfacción o conformismo.
¿Qué es lo que buscamos la mayoría de nosotros? ¿Qué es lo que deseamos?
Especialmente en este mundo inquieto, donde todos tratan de encontrar alguna
clase de paz, de felicidad, un refugio. Es importante, sin duda, averiguar
qué es lo que intentamos buscar, qué es lo que intentamos descubrir. ¿No es
así? Probablemente, la mayoría de nosotros busca una cierta clase de
felicidad, cierta clase de paz, un lugar quizás especial y mágico. En un
mundo dominado por la confusión, las guerras, las disputas, las luchas, anhelamos
un refugio donde pueda haber algo de paz. Creo que eso es lo que desea la
mayoría de nosotros. Y así proseguimos la vida, colgando de un hilo nuestra
efímera y frágil felicidad.
Ahora bien, lo que buscamos, ¿es la felicidad, o buscamos alguna clase de
satisfacción, comodidad o conformismo? Hay una diferencia entre felicidad y
satisfacción. ¿Puede uno buscar la felicidad? Quizá pueda encontrar la
satisfacción, pero es obvio que no podrá encontrar la felicidad. Por lo
tanto, antes de entregar nuestras mentes y nuestros corazones a algo que
exige una gran dosis de seriedad, atención, reflexión, cuidado, debemos
descubrir, ¿no es así?, qué es lo que buscamos: si es felicidad o
satisfacción y conformismo.
El verdadero gozo.
Muy pocos de nosotros disfrutamos plenamente de algo. Es muy pequeño el
júbilo que nos despierta la visión de una puesta de sol, o ver una persona
atractiva, o a un pájaro en el vuelo, o un árbol hermoso, o una bella danza.
No disfrutamos verdaderamente de nada. Miramos algo, ello nos entretiene o
nos excita, tenemos una sensación que llamamos gozo. Pero el disfrute pleno
de algo es mucho más profundo, y esto debe ser investigado y comprendido.
Para conocer el verdadero gozo, uno debe ir mucho más profundo. El júbilo
no es mera sensación. Requiere una mente extraordinariamente alerta, que
pueda ver ese "yo" que acumula más y más para sí mismo. Un
"yo" así, un ser así, jamás podrá comprender este estado de
felicidad en el que no existe "uno" que es feliz. Debemos
comprender esto tan extraordinario, de lo contrario, la vida se vuelve muy
trivial, superficial y mezquina: nacer, aprender unas cuantas cosas, sufrir,
engendrar hijos, asumir responsabilidades, ganar dinero, tener un poco de
entretenimiento intelectual y después morirse.
¿Podemos buscar, perseguir la felicidad?
¿Es felicidad ser conscientes de que somos felices? En el instante mismo
en que somos conscientes de nuestra felicidad dejamos de ser felices, eso ya
no es felicidad. La felicidad, de la misma forma que el amor, no son cosas
que podamos perseguir, llegan. Pero si las buscamos, nos evadirán.
La mente y el pensamiento jamás pueden encontrar la felicidad. La
felicidad no es, como lo es la sensación, una cosa que pueda perseguirse y
encontrarse. La sensación podemos encontrarla una y otra vez, porque siempre
la perdemos, pero la felicidad no puede ser encontrada. La felicidad que
podamos recordar es tan sólo una sensación, una reacción a favor o en contra
del presente. Lo que se ha terminado no es la felicidad, la experiencia de
felicidad que se ha acabado es sensación, porque el recuerdo es pasado y el
pasado es memoria y sensación. La felicidad no es sensación. Podemos
recordarla pero no revivirla. La mente, con sus recuerdos y experiencias no
puede ser feliz, el reconocimiento mismo impide el vivir el momento presente
con toda la plenitud que necesita el ser feliz.
¿Podemos hallar la felicidad por medio de cosas?
¿Qué entendemos por felicidad? Algunos dirán que la felicidad consiste en
obtener todo lo que deseamos. Uno desea un coche, lo obtiene y es feliz.
Deseamos cosas, el logro, el éxito, llegar a ser virtuosos... y si lo
conseguimos somos felices y si no las conseguimos somos desdichados. Así, lo
que muchos llaman felicidad es obtener lo que desean.
Buscamos la felicidad por medio de cosas, de pensamientos e ideas, a
través de la relación. Por lo tanto, se vuelven sumamente importantes las
cosas, la relación y las ideas, no la felicidad. Cuando buscamos la felicidad
por medio de algo, ese algo adquiere un valor mayor que la felicidad misma.
Buscamos la felicidad en la familia, en la propiedad, en el nombre, entonces,
la propiedad, la familia, el nombre, adquieren una extrema importancia, ya
que la felicidad es buscada a través de un medio; de esa manera, el medio
destruye al fin.
¿Puede la felicidad hallarse a través de algún medio, de alguna cosa
hecha por la mano o por la mente? ¡Es tan obvio que las cosas, las relaciones
y las ideas son impermanentes, que siempre terminan por hacernos desdichados!
Las cosas son impermanentes y se gastan y se pierden; la relación constituye
un fricción constante, y la muerte aguarda; las ideas y las creencias carecen
de solidez, de permanencia. Buscamos la felicidad en ellas, sin darnos cuenta
de su impermanencia. Así es como el dolor se convierte en nuestro constante
compañero.
¿Cómo puede llegar a nosotros la felicidad?
Es el "yo", es el "ego", el que desea y quiere
obtener las cosas. Es el "yo" el que disfruta, el que desea más
felicidad, el que escudriña, el que busca, el que anhela más felicidad, el
que lucha, el que se vuelve cada vez más refinado, el que jamás quiere llegar
a su fin.
Sólo cuando el "yo", en todas sus sutiles formas, llega a su
fin, hay un estado de bienaventuranza que no es posible tratar de adquirir,
un éxtasis, un verdadero júbilo libre de todo sufrimiento, de toda
corrupción.
Nuestro "yo" sólo es un recuerdo, un conjunto de pensamientos
sin realidad objetiva. Cuando la mente trasciende el pensamiento del
"yo", del experimentador, del observador, del pensador, puede haber
entonces una felicidad incorruptible. Esta felicidad no puede ser permanente
-en el sentido con que usamos esa palabra-, pues está más allá al tiempo y al
espacio. Pero nuestra mente está siempre buscando una felicidad que tenga
permanencia, algo que perdure, que continúe. Y ocurre que el deseo mismo de
continuidad es corrupción.
Si podemos comprender el proceso de la vida y explorar el río del
conocimiento propio, comprenderlos sin condenar, sin decir que es bueno o es
malo, entonces surge una felicidad creadora que no es "tuya" ni
"mía". Esa felicidad creadora es como la luz del Sol. Si deseamos
conservar la luz del Sol para nosotros mismos, ese ya no será más el claro y
cálido Sol dador de vida. De igual manera, si deseamos la felicidad porque
estamos sufriendo, porque hemos perdido a alguien o porque no hemos tenido
éxito, entonces eso es tan sólo una reacción. Pero cuando la mente puede ir
más allá, encontramos que existe una felicidad que no pertenece a la mente, y
que es el verdadero gozo, el auténtico júbilo.
Fuente:http://www.proyectopv.org
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